miércoles, 17 de octubre de 2012

silencio

Cuando hay mucho mucho ruido alrededor, nada tan saludable como sumergirse en un baño de silencio. Y puesto que ya tengo edad para lucir manías, confieso que disfruto mucho del silencio, casi tanto como de la buena música, y a veces más incluso. Desconozco si existen las curas de silencio, pero si no es así deberían existir, de igual modo que existe la talasoterapia o el masaje shiatsu. Deberían crearse 'unidades de silencio' donde recuperar el equilibrio perdido a causa de tanta contaminación acústica. El ruido es la chatarra que se amontona a nuestro alrededor. Y no solo en la calle, también en la tele, en la radio, en internet... Por haber ruido, lo hay hasta en nuestro cerebro, en nuestra conciencia, en nuestros sueños o insomnios. Pero no quiero meterme ahora en las varas de esa camisa; este es o pretende ser un blog amable, un diario dependiente de la mañana. Ayer le decía a una amiga que de igual modo que cada uno de nosotros tiene una voz propia, también tiene su propio silencio. El silencio de cada cual ha de ser una prolongación de su voz, de su habla, de su manera de reír o de cantar. O de los sonidos que emite o se le escapan en los momentos más altos del placer. Dice el maestro Emilio Lledó que las personas malhabladas suelen ser malpensadas. Yo tiendo a creer (y además me apetece creerlo) que quien tiene una hermosa voz, en el más amplio sentido, quien contagia bienestar y posee una sonrisa cómplice y una mirada acogedora, tiene asimismo un silencio que da gusto escuchar. Conozco silencios de todos los colores. Silencios fríos. Silencios estruendosos. Silencios muy eróticos. Silencios desesperantes. Silencios incoloros. Silencios como el silencio de Dios. Como los de algunos despertares serenos. Como los que pernoctan sin que nadie lo sepa en nuestra casa. Como los que habitan en las partituras de Bach. Como los silencios horizontales que se extienden en las tardes de invierno sin nadie en Tierra de Campos. Los hay para todos los gustos y oídos. No quisiera ponerme estupendo, pero me temo que el silencio es el tema: antes de nosotros solo había silencio; después de nosotros, todo ese ruido que hemos generado, toda esa cháchara, irá dando paso a un silencio hermoso, limpio, definitivo. Colinas lo dijo muy bien en aquel último verso de Noche más allá de la noche: "Adiós a la palabra, escoria de la luz." Bueno, tranquilos: estoy escuchado a Bill Evans, y en espera tengo lo último de Diana Krall, las bachianas brasileiras de Heitor Villa-Lobos, y a Miguel Poveda. A Enrique Morente llevo dos meses y pico sin escucharlo. Pero es que Enrique -he descubierto- tiene un silencio que quita el sentido: un silencio tan hermoso como su malagueña grande de Chacón, su media granaína, sus tangos y tientos, sus fandangos altísimos, su soleá, sus alegrías, su Omega.

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