miércoles, 10 de octubre de 2012

no se quieren enterar, yeee-yé

No se quieren enterar, muchos políticos no quieren enterarse de lo que está pasando realmente. Viendo cómo se comportan, las cosas que dicen, las reacciones que tienen... da la impresión de que no viven en este mundo nuestro, de que están en la inopia. O quizá es que lo simulan muy bien, quién sabe. Desde luego, no seré yo quien meta a todos los políticos en el mismo saco (viejo truco que sólo engaña a quien está muy interesado en engañarse), pero sin duda ninguna incluyo a los gobernantes que nos hemos dado -a todos los niveles, autonómico también, por supuesto-, más buena parte de la denominada Oposición, todos los cuales se supone que están, sí, pero no sabemos dónde. O sí que lo sabemos, y entonces  la cosa es mucho peor. Prefiero creer o hacer como que creo que viven sin saberlo en una burbuja, en una campana de cristal que les impide percibir las voces, los sonidos, el aire del exterior. Mientras aquí fuera se está produciendo una enorme contaminación acústica que refleja el malestar que se ha instalado entre nosotros, ellos... (y ya he dicho quiénes son ellos), siguen con sus cositas, sus dimes y diretes, sus herencias recibidas, sus 'y tú más', en fin, sus majaderías. Claro que es normal que así sea, porque si no actúan de ese modo, si alguno se sale del argumentario, puede quedarse sin empleo, y no están los tiempos para bromas. Eso explicaría algunas cosas. Por tanto, pese a lo que está pasando aquí fuera, ellos siguen a lo suyo y en lo suyo (vale, lo admito, me voy a poner un poco demagógico, que falta me hace), ellos siguen en sus coches oficiales, con sus intereses y favores de partido y de 'entidades financieras', sus consejos de administración bien remunerados, sus ruedas de prensa ministeriales, sus almuerzos en Jockey, o donde ahora se lleve, pero siempre en algún lugar tranquilo y alfombrado donde no lleguen las voces de la calle, las protestas tan desabridas, tan desagradables... Los que no han conocido otra forma de vivir la política y sus negocios, o se han acostumbrado a ella sin remedio, dan por hecho que las cosas van a seguir siendo siempre así. Y es posible que tengan razón. Pero no es menos cierto, caballeros, que el 'enojo', por así decirlo, va a más, y cada vez es y va a ser mayor y más numerosa la gente (la 'chusma pelona', en expresión insuperable del gran don Ramón María) que no tenga nada nada nada que perder. Y eso no sería bueno para nadie, y menos para algunos, ni aquí ni en Puerto Banús. ¿O es que a alguien en el Club Financiero o en la rotonda del Palace le apetece una revuelta social incontrolable de un 25% de parados, miles de estudiantes sin becas ni erasmus ni futuro a la vista, contenedores y edificios ardiendo como en Grecia, rompehuelgas contratados a un precio muy por encima de mercado, columnistas y  periódicos a sueldo que cada día resulten más caros de sacar a los kioscos, más difícil de vender. ¿Es eso lo que queremos? ¿Entonces? ¿A qué viene este deliberado no quererse enterar de lo que está pasando? Parece mentira que un tipo como yo, alguien que ama el lujo y los placeres, los coches deportivos, los anuncios de Martini, las americanas de Armani, la Croisette de Cannes, algunos conciertos para laúd o para violoncello de Bach, David Lean en Breve encuentro, los relatos y los versos más exquisitos de Borges... Parece mentira, digo, que alguien así tenga que estar diciendo estas cosas antipáticas.

1 comentario:

  1. Una vez más qué tino para decir las cosas, qué acierto y qué sabiduría elevando a lo sublime algo tan vergonzante para toda esa casta... C. A.

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