viernes, 19 de octubre de 2012

la belleza

Desde hace varias semanas tengo bien a la vista una foto en primer plano de Laetitia Casta. Es la portada de  un Especial Belleza de la revista S Moda. Raro es el día que no me quedo mirándola un rato, entre el pasmo y el agradecimiento. Es bellísima. Y en esa foto lo está  en grado sumo.  Muchas veces me pregunto qué tiene la belleza que tanto nos asombra, nos atrae, casi que nos hipnotiza en ocasiones. Si me pongo estupendo me contesto algo así como que la belleza es el fuego que robamos a los dioses cuando ellos están dormidos o muy ebrios de vino y placer. Sería, por así decirlo, el lado divino de los humanos. Sin embargo, qué poco democrático, qué arbitrario el reparto de la belleza robada. ¿No sería más lógico, y sobre todo más justo -pensaba yo-, que la belleza se consiguiera por méritos propios, en lugar de recibirla por herencia o por el puro antojo del azar? Ahora veo las cosas de otro modo. Después de mucho mirar durante años, he llegado a la conclusión de que la belleza no es tan caprichosa como parece: hay que saber admitirla, y llevarla, y hacerla propia. Para entendernos: no todo el mundo vale para llevar todos los días el rostro y la figura de Laetitia Casta. Por eso la belleza a partir de los 40 es más fiable y verdadera. También más serena y más amplia. Por supuesto que no se puede generalizar ni sacar leyes infalibles: para todo hay excepciones, y muchas, pero yo tengo comprobado que el talento, la inteligencia, hace a las personas más atractivas, más sexys. Y también he visto -es lo que tiene el mucho mirar- que personas que en principio no pasarían por grandes bellezas oficiales, pues resulta que a veces tienen instantes, perfiles, gestos, transfiguraciones... de una belleza que arrebata. Lo confieso: yo me he quedado pasmado contemplando a compañeras mías de trabajo que, de pronto, y sin ellas saberlo, ni sospecharlo siquiera -o eso creo-, ascendían a categorías de belleza cinematográfica. Y más allá. Eso me ha llevado a pensar que la 'inspiración' también se da en los rostros, en los cuerpos, en los gestos y en los rasgos, en las miradas. Pero no como un mero fruto inmerecido del azar, que igual que llega por sorpresa desaparece a continuación sin dejar huella ni memoria. No. Quien alcanza eso es por algo. Es porque puede, porque lo posee. Y quien posee unos segundos de Greta Garbo o de Ava Gardner, de Jacqueline Bisset o de Angelina Jolie mordiendo una fresa... es porque hay en ella algo, o más que algo, de muchos momentos de película que nos han hecho y nos hacen soñar. Yo recomiendo a quienes duermen junto a una mujer hermosa -o un hombre hermoso, claro está-,  o que pueda serlo si bien se mira, que al acostarse deje la persiana de la alcoba no bajada del todo. Horas después, a la luz de la amanecida, mientras ella duerme en paz, la belleza se le acrecienta -os lo aseguro- de un modo que no podéis ni imaginar.

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