jueves, 25 de octubre de 2012

adivina quién es ella

Para describir ese cuerpo, más que hablar de anatomía hay que emplear el lenguaje de la topografía. Recorrer sus dimensiones es toda una expedición, como quien se va a la Amazonia o a la Región de los Grandes Lagos. Por el camino nos encontraríamos prolongados ríos caudalosos que van del empeine a las ingles, ondulaciones del terreno, promontorios, profundos valles, dunas, extensiones inexploradas, desfiladeros, oasis muy frutales donde el agua mana y corre...  Ese cuerpo es el de Sofía Vergara: una mujer inteligente, divertida, audaz, con un gran sentido del humor. La descubrí, como casi todo el mundo, en el exuberante papel de Gloria, en la genial serie Modern Family donde es un volcán latino en ebullición, un monumento que debería ser declarado ya mismo patrimonio de la humanidad. Sofía Vergara es una mujer de 41 años y de una belleza que arrebata. Tuvo un hijo a los 19 y nunca se ha operado, ni maldita falta que le hace. Bueno, más que una belleza, ese rostro es un bellezón que si se deja contemplar en primer plano -oh, mis queridos colegas mirones- uno le sería infiel (por momentos, claro) a todas sus musas y sus diosas. Lo siento, Marion, ya sabes que soy un hombre voluble pero leal hasta la muerte; lo siento Ava,  Laetitia, Angelina, Greta Lovisa Gustafsson, Lou Andreas Salomé... Lo siento, Carmen, yo te invitaría a participar en esa fiesta de apenas unos minutos, más o menos lo que dura una canción como Lía, por ejemplo, aunque sé de tus reparos ante mis promiscuidades, por supuesto que imaginarias. Pero, volviendo a Sofía, si además de dejarse contemplar te mira fijamente unos segundos, amigo mío, entonces nadie te libra del babeo bobo, ni de ir licuándote, desvaneciéndote, dejando de ser quien eras: un bobalán en extinción. A veces, en la tierra media de las noches desveladas -de tres a seis, generalmente-, mientras me hago el distraído para que llegue el sueño sin obstáculos, trato de imaginarme a Sofía Vergara caminando sin prisa hacia mí, cien metros más allá, más acá. Nadie se imagina cómo camina esa mujer. A ver si me explico. No es que venga como quien va del puente a la alameda -que también-, es que parece como si llevara una partitura que ordenara el compás y el vaivén de sus caderas. En algún punto de su cuerpo, de su cerebro, Sofía lleva un músico, un compositor (quizá un profesor de gimnasia) que le marca los pasos y la euritmia que deben tener sus andares. La estoy viendo venir a finales de octubre, en un día medio lluvioso, caminando bajo los castaños. Nos cruzamos. Ni se fija en mí.Yo espero unos segundos, unos metros, para volverme y ver cómo camina ella de espaldas, cómo se aleja hacia noviembre la figura, la silueta, la música que suena y va sin prisa de Sofía Vergara. Yo también me voy. Tengo esta tarde noche una deliciosa obligación en Valladolid. ¿Y mañana? Mañana ya veremos.

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