miércoles, 29 de febrero de 2012

29 de febreo

Oigo en la radio que hoy, 29 de febrero, es un regalo que nos hacen los astros cada cuatro años. Deberíamos celebrarlo como se celebran las cosas extraordinarias. Es un día raro al que no hay que pedirle cuentas ni tampoco rendirlas por él. Algo así como ese invitado que aparece por sorpresa a última hora y con el que nadie contaba. Tiene sus riesgos: es posible que nos pille con el paso cambiado y esté de más todo el día; un estorbo. Aunque también pudiera ser que nos coja con 'el día tonto' y le recibamos como a un príncipe (del Renacimiento, que eran los auténticos príncipes), y él se sienta tan bien hallado que nos regale horas de oro y nos haga sentir los dueños de un día recibido como una herencia de un pariente lejano. Según estemos de ánimo y disposición, según la acogida que él obtenga, así será su comportamiento: un día que estará de más a todas horas... o que pronto echaremos de menos. Por si acaso, conviene estar siempre atentos y en actitud receptiva. Ya nadie se acuerda de la parábola -Mateo, 25- de "las diez vírgenes": cinco de ellas 'necias' y cinco 'prudentes'. Mientras esperan en la noche la llegada del Esposo, las vírgenes prudentes permanecen alerta y tienen a mano el aceite para sus lámparas; las necias (o 'insensatas') se adormecen, acaso tras una jornada de vino y placeres. Pero, "tardándose el Esposo, cabecearon todas y se durmieron". A la media noche se levantaron, y las insensatas pidieron a las prudentes: "dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan". Las prudentes respondieron que acudieran a comprarlo, porque de lo contrario se quedarían sin él unas y otras. Sin embargo, sucedió entretanto que, mientras las vírgenes no cautelosas acudían a comprar aceite para sus lámparas, "llegó el Esposo", y las cinco prudentes y espabiladas vírgenes "entraron con Él a las bodas; y se cerró la puerta." Lo dice san Mateo, no yo. Bien. Ya sé que es difícil, pero vamos a intentar olvidarnos por un momento de lo que pudo suceder (5+1) tras esa puerta cerrada. Así las cosas, propongo permanecer alerta  ante lo que excede o se derrama por la comisura de los labios, más allá de la garganta y de la imaginación. Lo cierto es que no está escrito el día ni la hora de algunos prodigios por llegar, pero sabemos que una vez cada cuatro años hay un día de nadie, un día perfecto para empezar a escribir una novela de 366 páginas o iniciar  una historia de amor. Anímense los desanimados: hoy es 29 de febrero, una fecha que sólo aparece una vez cada cuatro años en el calendario. Quizá sea el día idóneo para aventurarse en el andén 9 y 3/4 de Harry Potter, o para vislumbrar el 'rayo verde' del crepúsculo que decía haber visto Cortázar.       

martes, 28 de febrero de 2012

sostiene Tabucchi

"Amor mío: ¿Te acuerdas de cuando no fuimos a Samarcanda?" Así comienza un relato epistolar de Antonio Tabucchi. En él nos muestra las diferencias existentes entre lo imaginario (muy concreto) y lo ilusorio (muy impreciso), o entre mentiras verdaderas y mentiras falsas. Insiste Tabucchi: "Amor mío, mentiras nos hemos dicho muchas en nuestra vida, y todas nos las hemos aceptado recíprocamente, por lo verdaderas que de verdad eran en nuestro imaginario deseante. Pero ha habido una (...) en torno a un hecho real que provocó que nos perdiéramos para siempre, porque era una mentira falsa." ¿Qué falsedad sería esa que dio al traste con una larga y bien asentada relación? Porque es cierto (está demostrado empíricamente) que hay mentiras con mucha verdad dentro que favorecen y mejoran la relación de pareja, y las relaciones en general. Pero también es verdad que una mala mentira, una mentira falsa, puede causar tanto dolor y ser tan despreciable como las de aquellos que mienten con verdades. Quizá lo que provocó el alejamiento "para siempre" de la pareja del relato fue una gran mentira urdida a base de pequeñas medias verdades. Y así un día y otro, hasta que la parte sumergida que hay en toda verdad a medias (9/10) acabó secando la flor que brota en el vertedero. Hortensias azules en el cementerio de automóviles. Pero, no. Lo que hace que se vaya apagando la luz entre dos no son las alegres mentiras (tan necesarias), ni tampoco las furias, los repentinos odios, los humillantes pero voluptuosos celos, los fuegos, las lágrimas... No. Lo que consume es el acabamiento, la pérdida, la desgana, es todo aquello que -a falta de mejor palabra- llamamos 'desamor'. Pero, volviendo a la realidad, estábamos (sin estar) en Samarcanda. Sostiene Tabucchi: "En resumidas cuentas, el verdadero viaje que no deberíamos hacer era a Samarcanda. Yo conservo de él un recuerdo inolvidable, y tan nítido, tan detallado, como solo pueden proporcionarlo las cosas vividas de verdad en la imaginación."

lunes, 27 de febrero de 2012

gioconda

El pasado jueves, tras disfrutar de los tesoros del Hermitage en el Prado, mi mujer y yo nos acercamos a la sala 49, donde se muestra la copia restaurada de La Gioconda. Al parecer, fue pintada simultáneamente por un discípulo de la máxima confianza de Leonardo, digamos que 'en paralelo' y siguiendo paso a paso todo cuanto el maestro da Vinci iba haciendo o deshaciendo en el retrato de Mona Lisa. Dos días después, leo una reflexión de Boris Izaguirre -en su sección de los sábados en El País, La paradoja y el estilo- que me resulta atractiva. Boris elogia el "magnífico duplicado" de La Gioconda y dice que fue pintado "en una especie de ensayo en el que probar y errar para conseguir la inmortalidad" con el original. Y añade: "¡Qué suerte sería imitar esta técnica en tantas ocasiones de nuestra vida!" No puedo estar más de acuerdo: para cada examen, viaje, decisión, para cada elección, renuncia o apuesta en la vida, disponer del recurso 'prueba-error', y no tener que jugárnosla cada vez a una sola carta. Voy más lejos. Cada uno de nosotros debería disponer de una réplica idéntica, de una especie de alter ego al que poder endosar errores y pecados, culpas y vicios, para de ese modo quedar siempre limpios de polvo y paja, valga la expresión. Sería perfecto. Algo así como tener un 'negro' que se comiera todos los marrones. Es lo que se entiende por reparto del trabajo. Él se pasaría las noches enteras tratando de escribir ese poema definitivo con el que cualquier autor entraría en los libros de 2º de bachillerato; yo llegaría a casa ya amanecido, sin prisa, oliéndome las manos y tarareando canciones de amor. A él le harían las endodoncias y las colonoscopias; a mí los recibimientos y los homenajes. Él trabajaría sin desmayo en la hermenéutica de T.S. Eliot; yo celebraría con dry martinis en Del Diego mis éxitos más recientes. En fin, que él se ocuparía de preparar con mis hijos los próximos exámenes, darles la cena y velar sus sueños; entretanto, yo asistiría a Follies en el Español (+ cena + copas) con mi mujer y algunos amigos íntimos. Ver amanecer desde algunas terrazas o azoteas de Madrid puede ser una experiencia para no olvidar. Después, paseo, café solo caliente, periódico del día... A las 10.00 abren el Museo del Prado. ¿Quién se resiste a una visita?

viernes, 24 de febrero de 2012

sonata de invierno

Aunque pueda parecerlo, no es ficción. Existen aún, o han existido hasta hace unos días, nombres y títulos como el de "El Muy Ilustre Señor Don Juan Francisco de Asís Martín de Aguilera y Arenales, X Conde de la Oliva de Gaytán y Vice-Canciller de la Real Orden de la Legitimidad Proscrita." Tal cual. Cuando, ayer, casi a la media noche, mi mujer me leyó este texto aparecido en el periódico del miércoles, se me encendió la mirada al oír esas palabras: "Real Orden de la Legitimidad Proscrita." Antes de que ella continuara leyendo, la intuición me llevó a un mundo desaparecido de gerifaltes de antaño, de cruzados de la Causa, de esplendores de viejas hogueras... Y ello se confirmó al punto, cuando escuché que nuestro hombre había sido, entre otras cosas no menores, Secretario Federal del Partido Carlista. "¡Acabáramos!", exclamé. Acudo en busca de un viejo libro: Sonata de invierno, de Don Ramón María del Valle Inclán. Al fin encuentro, allá al fondo, lo que buscaba en mi memoria. Estamos en la corte carlista de Estella. Ya viejo, pero todavía galante, el Marqués de Bradomín dice: "Yo hallé siempre más bella la majestad caída que sentada en el trono, y fui defensor de la tradición por estética. El carlismo tiene para mí el encanto solemne de las grandes catedrales, y aun en los tiempos de la guerra me hubiera contentado con que lo declarasen monumento nacional." El librito de Austral donde leo esto se encuentra desbarajustado por completo y sus hojas parecen los naipes de una baraja. Gracias a una pequeña etiqueta, consigo recordar dónde y cuándo compré ese libro: Editorial Gómez; Plaza del Castillo, 28; Pamplona. Año 1975. Parece que no hubiera mejor sitio para comprar y leer por vez primera la Sonata de invierno. En la esquela de don Juan Francisco de Asís se informa de que "los compañeros del Partido Carlista y los Caballeros y Damas de la R.O.L.P. (...) nos reuniremos, el día 24 de febrero, a las 19.h., para celebrar misa y funeral por su eterno descanso", que se celebrará, lógicamente, en la parroquia de San Fermín de los Navarros, Madrid. Desde anoche no puedo quitarme de la cabeza esa expresión tan levantada: una "Legitimidad Proscrita." Estos caballeros católicos de Norte -Dios, Patria, Fueros, Rey- tenían el don de la palabra y un grandeza anacrónica muy superior (aunque no del todo distinta) a la de los caballeros de Virginia, Alabama y los demás estados del Sur. Eso sí, por fortuna, unos y otros perdieron sus guerras. Feliz viernes. Y felices sonatas.

jueves, 23 de febrero de 2012

quién manda aquí

La tesis (dejémoslo en hipótesis) es inquietante: yo no sería el administrador de este blog sino el 'administrado'. Según esa teoría, no soy yo quien decide lo que escribo a diario: es el propio blog quien me ordena ver esta o aquella película o exposición, leer tal o cual libro, etc, para alimentar con ello su voracidad. Al menos eso es lo que dice un amigo mío de mucha confianza y que me conoce mejor que yo mismo. Me llama y me pregunta, "¿qué te ha ordenado hacer hoy el blog para escribir sobre ello mañana?" Resignado ante su persistente idea, le confieso: "esta tarde tenemos hora en el Prado para ver los tesoros del Hermitage." Sería terrible que la realidad confirmara la tesis / hipótesis de mi amigo Máximo Higuera sobre este asunto. Claro que él responde que no hace falta, que ya está sobradamente confirmada. Así las cosas, yo no sería el dueño de mis actos ni el responsable de mis textos sino un mero y obediente ejecutor de instrucciones que vienen de arriba, de la blogosfera. Por cierto, ayer vimos El montaplatos, de Harold Pinter, dirigida por Andrés Lima (Animalario); también en esa obra las órdenes vienen 'de arriba', aunque no se sabe quién las da; sólo quién las obedece. Yo he tenido siempre (o eso me han hecho creer) una cierta inclinación natural (?) no sé si a la rebeldía, pero sí  al menos a la desobediencia. Aunque, si las cosas fueran en cierto modo como dice mi amigo, mi supuesta insumisión se habría desvanecido, y no ante la amenaza o el soborno sino ante el espacio en blanco de unas treinta líneas, más  o menos. En realidad, lo que esto indicaría es que soy un individuo bien dispuesto y bien mandado. Me dicen 'ven', y voy;  me dicen 'toma', y tomo; me dicen 'escribe', y yo describo. ¿No será que con los años me he vuelto como Vicente el obediente, que va donde va la gente? Aunque tampoco hay que descartar aquella ingeniosidad de Bergamín, cuando decía: "No, Vicente no va donde le llevan; es que le llevan donde va." De ello podría deducirse que no es que este blog me ordene dónde ir; más bien sería que yo le insinúo (como hacen los enamorados) dónde me gustaría que me dijera que quiere que yo vaya con él. Al final, acabamos yendo los dos al mismo sitio. Y no voy a decir aquí dónde.

miércoles, 22 de febrero de 2012

más curvas

Ayer me quedé con ganas de más curvas, de poner las manos al volante y girar despacio sintiendo el tacto del cuero y la leve inclinación del coche. Siempre me ha gustado la señal de tráfico que indica doble curva: es el aviso de una ese mayúscula dibujada en el asfalto. Giras suavemente a la izquierda; a continuación, la línea continua que prohíbe adelantar te dice hacia dónde debes inclinar la cabeza. Tiene ello algo de danza, y también de cintura y cadera. Las curvas del Duero son serenas y amplias, como las de una mujer de 40 después del placer. La curva tan abierta de Regent Street, en Londres, es de las más hermosas que yo haya visto y transitado. La bahía incomparable de Estambul al mediodía es una imagen que llevo en la memoria desde entonces: septiembre de 1990. Diez años antes, el verano del 80 tuvo unas curvas bellísimas de mucho amor a la caída de la tarde. También está la curva del signo de interrogación, que a veces deja en el aire preguntas indiscretas. O la curva delgada que ocupa una pulsera. O la del empeine. O la de tus cejas. O la de la copa de vino del viernes a eso de las nueve. También hay curva en el declive de los años. Y en la línea de poniente.Y en la loma donde tienen lugar los crepúsculos de mis veraneos en Pozo Pedro, Tierra de Campos. La curva de una daga es tan afilada como la del deseo al amanecer. Una mujer desnuda mientra duerme reúne en su estatura toda una antología poética de curvas: cintura, cadera, labios, cuello, muslos, párpados... Y también están las curvas definitivas de Brunelleschi en Florencia. Y la curva lentísima que describió, por naturales, la muleta de Rafael de Paula, aquella tarde en Las Ventas. A veces mis sueños trazan arcos abiertos, elegantes elipses, curvaturas celestes que van de una constelación a otra. Pero al final acabo volviendo a casa y me quedo en la curva unánime que encuentran mis manos al bailar, abrazados, cuando entran con toda confianza en los bolsillos traseros de unos Levi´s Curve ID que marcan la diferencia.

Post scriptum: descubro que esta entrada es la número 333. No podía ser de otro modo: un número lleno de curvas.

martes, 21 de febrero de 2012

levi's

Se mire como se mire, un Levi's es un Levi's en cualquier idioma. Y una curva es la línea que describe un cuerpo de mujer para evitar esquinas. Una curva es el resultado del tiempo en el paisaje. Es la comba que dibuja un arco abierto en la playa. Es el trazo del vuelo de un ave. Es el camino que sigue la pluma de un ángel caída del cielo. Una curva es una línea de pensamiento que escapa a los dogmas. Es el recorrido de una caricia. Es la inclinación a la sensualidad. Es un labio. Es mantener el giro abierto y sostenido del volante a lo largo de ochocientos metros. Una curva es el arco inverso del espinazo del leopardo al correr. Es el párpado que cae después de haber mirado y visto. Es el dibujo a lápiz de una cintura, de una bahía, de un apartar la vista mientras cae la noche. La curva es un hermoso culo caminando sin prisa delante de tus ojos. Domingo al mediodía: caminamos bajo el cielo azul tan limpio por la calle Fuencarral, y todo es alegría y escaparates. En uno de ellos, leo: "Todos los arco iris tienen curvas." Mis reflejos de copy (aunque sea copy "en crisis") se disparan y quieren averiguar el origen de ese texto. Me entero de que Levi's CurveID cuenta con las líneas Bold Curve, Demi Curve, Sligth Curve y Supreme Curve. Para cada una de ellas yo tendría varias sonrisas, caídas de ojos, manos y miradas que acarician muslos. Entro en la tienda y leo la versión original del texto: "Every rainbow has a curve, Levi's Curveid." Me parece algo no sólo bueno sino demasiado bueno para los tiempos convulsos y amenazados que vivimos. 'Cada curva', 'todas las curvas'... Vuelvo a ese lúcido libro, ya citado, de Paul Auster: "Andando es como te vienen las palabras, lo que te permite oír su ritmo mientras las escribes en tu cabeza." Y luego añade: "Escribir es una forma menor de la danza." Vale, de acuerdo. Pero caminar con Levi's es también un modo de danza, de música que viene y va por ese territorio que lleva del mar a las campanas, del frío al fuego, del vaivén ondulante que oscila de un hemisferio a otro a través de tus caderas. Un Levi's es todo eso y más: un millón de sueños, de curvas, de insinuaciones.

lunes, 20 de febrero de 2012

los goya

Anoche ocupamos nuestras localidades del salón para asistir a la gala de los Goya. A las diez en punto ya estábamos listos ante la pantalla del televisor LG 37 pulgadas. Como siempre, el vestuario de las estrellas nos suscita una gran expectación. Entre las más elegantes, Goya Toledo, Marta Etura, Clara Lago y, aunque discutible el modelo, la siempre bella Pilar López de Ayala. El vestuario masculino ya se sabe que da para poco: lo mejor, discreción sin estridencias ni apreturas: los cuellos y chaquetas a estallar descalifican a cualquiera; por ejemplo, Paco León, muy bien; Asier Etxeandía, lamentable. Algunos momentos de la presentadora Eva Hache nos resultan ciertamente divertidos; otros, no tanto; pero, como es lista y tiene recursos, resuelve con oficio. Lo que no tiene arreglo es una gala del cine español -no mundial, ni siquiera europeo: español- con nada menos que ¡28 categorías! Esto es: 28 padres y madres, hijos, esposas y maridos, familias enteras, inclusos algunos llegaron a mencionar ¡sobrinos y cuñados! Y luego dicen que la familia está en peligro; los que estamos en peligro somos nosotros, los padres y telespectadores pacientes. Así pues, con 28 categorías (multiplíquese por 4 cada una de ellas), 28 presentaciones, 28 agradecimientos emocionados y 28 de todo, no es de extrañar que, entre tiempos muertos y discursos mortales, mi mujer fuese capaz de corregir casi al completo el 2º control de Literatura de 1º de bachillerato, más una docena de trabajos sobre El Lazarillo de Tormes. Entretanto, yo tuve tiempo más que sobrado para recoger la cocina y dejar preparados los desayunos con cereales, así como leer y anotar el artículo de Javier Cercas en el suplemento de El País: "el éxito y el fracaso no son sólo dos impostores; además, casi siempre son fruto de malentendidos". Pero también, a través del pinganillo radiofónico, fui enterándome del tercer y cuarto gol de Messi, de las palabras de Cándido Méndez tras las manifestaciones, del tiempo que iba a hacer hoy, mañana y pasado; también pude leer, entre otros, los artículos de Javier Marías, de Paul Krugman, de Martín Garzo: "la experiencia tiene que ver con la palabra y el relato, pues vivir es encontrar cosas que contar y compartir: el cuento de nunca acabar." A todo ello hay que añadir tres llamadas telefónicas recibidas (de esas que uno sabe cuándo empiezan pero no cuándo acaban) y varias anotaciones en las tres libretas que mantengo abiertas. Para entonces nos llegábamos aún por el "mejor maquillaje y/o peluquería". Esto no es normal. Algo está fallando aquí.

viernes, 17 de febrero de 2012

lo llamaremos viernes

Los viernes estoy tan predispuesto a escribir y pasarlo bien escribiendo que mi propia disposición actúa en contra del post del día. El exceso puede llegar a ser tan perjudicial como la escasez; aun así, prefiero el exceso. No soy nada zen ni sintoísta -aunque lo intente a veces-, y, para mí, donde esté la abundancia romana que se quiten los ayunos y las cuaresmas. Dicho en griego: Apolo me hace llorar de admiración y de imposible; Dionisos me acoge en la ebriedad de sus excesos y de mis pecados. Si me pierdo, buscadme en Babilonia, en Alejandría, en la ciudad de Mahagonny, allí donde suene la música y corra el whisky y no se haya descubierto el miedo. Pero hoy es viernes, víspera de carnaval. ¿A qué esperamos para concedernos unos a otros la libertad de elección, de ensoñación, de perder la cabeza y recuperarla después? Y cuando digo 'después' me refiero a 12 horas después, una mañana de domingo en la que todo el mundo duerma o descanse, salvo el SML (Servicio Municipal de Limpieza). Pero 12 horas antes estábamos entrando, sábado noche, en el Baile de Máscaras del Círculo de Bellas Artes. Éramos jóvenes y casi todo nos estaba permitido. Especialmente en carnaval. El beso inolvidable (con lengua, hasta el fondo) de una desconocida enmascarada, formaba parte del decorado y del espíritu de la época. Carnaval es transgredir la norma y no ser uno responsable de sus actos, de sus besos, de sus perpetraciones entre las 00 y las 12 del día siguiente. Lo que suceda entretanto queda exento de toda responsabilidad. De 00 a 12, una vez al año, todo está permitido: ser otro (otra), disfrazarse, cometer crímenes, enamorar novicias, quemar iglesias, estuprar doncellas, navegar por las páginas más inconfesables de Internet. Carnaval es perderle el miedo al escándolo, desafiar a las instituciones con las que estamos más conformes, provocar a la Conferencia Episcopal. Carnaval es un club en el que reír, jugar, beber, dormir, despertar, amanecer... forma parte del mundo, del viernes, del diario de un copy sin ruido, sin miedo, ¿sin qué? Sin qué iba a ser: ¡sin crisis!


jueves, 16 de febrero de 2012

date el gusto

Hoy, a través de la pantalla del ordenador, como Alicia a través del espejo, nos vamos a ir de excursión. Prepárate para correr, saltar, lanzarte al agua, seguir corriendo, pisar el acelerador, encontrar alojamiento de lujo, darte una ducha, cambiarte de ropa, volar, ponerte a la moda, escuchar música, visitar anuncios, viajar a otro continente... y además hacerlo todo con un estilo impecable de figura esbelta y cuerpo desnatado que, sin embargo, no se priva de nada, por aquello de que a nadie le amarga un dulce. Y aunque tiene final feliz, aquí, como en la vida misma, lo interesante es el recorrido, el viaje en sí, el camino. Leemos, sobre todo, para saber qué ocurre en el párrafo siguiente o qué nos está esperando a vuelta de página. Y lo mismo sucede cuando escribimos. El escritor irlandés John Boyne -El niño del pijama a rayas- dice que él escribe porque quiere saber "qué ocurre a continuación". Yo añadiría a ese "qué" el "cómo" ocurren las cosas. Porque las mismas cosas no suceden igual en uno y otro libro, en una u otra historia. Incluso no son lo mismo, no del todo, en V.O. que en la versión doblada. En el enlace que traigo a este post, el recorrido es el mismo para todos, claro, pero el ritmo, las pausas, los cambios de sentido, las sensaciones, la habilidad de cada uno... eso ya es algo muy personal y diferente en cada caso. Como todo lo que se hace por primera vez, la sorpresa continua del recorrido (¿qué ocurrirá ahora?) tiene la atracción de la aventura, del viaje a no se sabe dónde. Una cita a ciegas tiene su morbo, su inquietante expectativa, pero ¿qué decir de un viaje a ciegas? Eso de subirse a un avión y no saber si cuando bajemos de las nubes tomaremos tierra en Toronto, en Tombuctú o en Camagüey, en Ciudad del Cabo o en Ciudad de México o en Ciudad Real. Esa incertidumbre de viajar, por así decirlo, con un un venda en los ojos (de seda, claro, como en alguna escena porno ligth de la inolvidable Julia Ann) es algo en lo que todos deberíamos incurrir alguna vez... cada cierto tiempo. Pienso que volveríamos muy mejorados de ese viaje. Se me ocurren cosas. Tengo un amigo de toda la vida que es 'aviador', y con muchas horas de vuelo; creo que voy a pedirle que me organice un viaje de novios 'a cierra ojos', un viaje que le sorprenda tanto a mi mujer como a mí mismo. De momento, te dejo aquí, querido lector, con el dulce placer de este viaje virtual que te espera. Es fácil: un dedito en la flecha de la última tecla del teclado; otro, en la barra separadora. Y a partir de ahí, tú mismo.  
http://pleasurehunt.mymagnum.com/

miércoles, 15 de febrero de 2012

auster

"...y aunque no fuese la mujer más bella del mundo, se comportaba como si lo fuera, y una mujer capaz de lograr eso hacía inevitablemente que la gente se volviera a mirarla..."  Me acordé de esa frase -leída un día antes- a eso de las dos y media de la madrugada del viernes al sábado, mientras mi hijo Luis y yo asistíamos al nacimiento de una estrella de la NBA. El partido era un clásico irrenunciable: New York  Knicks versus Los Angeles Lakers. Ambientazo por todo lo alto en el gran templo del Madison Square Garden. Como siempre, con el discreto Woody Allen y el histriónico Spike Lee en las primeras filas. Ya en el primer cuarto salta la chispa y aparece algo muy semejante a una estrella. Se trata de un base de origen taiwanés por el que nadie daba un duro y que está en los Knicks de rebote, de pura chiripa, de serendipity. Pero resulta que el tal "Lin" no sólo está creando el desconcierto en Los Angeles sino que, en apenas unos minutos, ha conseguido enfervorizar a su público, tan resignado últimamente. Hasta el propio Woody Allen parece recuperar la sonrisa de los tiempos en que venía al Madison con Diane Keaton. Lin se mueve por la cancha de un modo diferente, no hay más que verlo; es un tipo desafiante que se atreve a hacer las cosas más impensables. En el segundo cuarto se confirman todo los pronósticos: Lin es la figura del partido y a Kobe Bryant se le está quedando cara de tonto. Mi hijo y yo, así como los comentaristas de la 4, coincidimos en que ese chino desconocido no-puede-ser-tan- bueno-como-parece. Y no lo es: hay pequeños detalles que... Pero las cuela todas, y desde todas las posiciones. Sus marcadores no saben ya qué hacer con él, salvo cargarse de personales. Parece imposible. Nadie que venga de la nada puede ser tan bueno. Nadie. La única explicación está en que él mismo se ha creído su propio milagro. Y funciona. Una y otra vez, desde la línea de seis veinticinco, funciona. Es como si de pronto yo arrancara a hablar taiwanés en Naciones Unidas ante el pasmo de la humanidad. Pese a la ausencia de sus grandes estrellas -Carmelo Anthony y Stoudemire-, los Knicks barrieron a LA, tantos años después. Al final del partido, Lin (¡un base, y además novato!) anotó nada menos que 38 puntos. Fue entonces cuando me acordé de las palabras leídas el día anterior en el libro de Paul Auster -Diario de invierno- que citaba al inicio de este post. En él cuenta el autor la vida de un hombre. Y ese hombre se pregunta a sí mismo por qué lleva una herida en su interior, y por qué escribe. "¿Por qué te has pasado toda tu vida adulta vertiendo palabras como sangre en una hoja de papel?" Ahora el autor ha entrado, dice, en el invierno de su vida, y quiere saber, quiere saber. Y eso no es más que una gota en medio de un océano de un libro de 243 páginas. Anagrama.



martes, 14 de febrero de 2012

ballantine's day

Me sorprende que el whisky Ballantine's no haya convertido aún el 14 de febrero en su particular 'Ballantine's Day'. Sería una manera sutil pero eficaz, creo yo, de arrimar el ascua a la botella. Y además, ese acercamiento de la marca al amor estaría bien visto por todos. Los enamorados lo considerarían un guiño y aceptarían con gusto la identificación Valentín = Ballantine's. Asimismo, para los faltos de amor, tener a mano la botella les serviría de ayuda o de consuelo. Pero también los no creyentes en el empalagoso san Valentín encontrarían refugio en el escocés saint Ballantine's. A los doloridos, maltratados, abandonados por un amor reciente... les ayudaría a olvidar. Nuestro scotch whisky vendría a ser algo semejante al dicho mexicano que yo recordaba aquí el otro día: "para todo mal hay que tomar mezcal; y para todo bien, también." Lanzo pues la idea, y que sean los creativos -supongo que de Zenithoptimedia- quienes desarrollen algo interesante... o se pongan en contacto conmigo para una posible colaboración free lance que, quién sabe, podría ser el inicio de una fecunda amistad. Punto y aparte. Hasta hace pocos años, yo he sido displicente con el artificio de san Valentín. Lo despachaba con ese marchamo (muy extendido, por cierto) de que san Valentín no era una tradición sino un invento, una argucia comercial de El Corte Inglés. ¡Vaya argumento para un laico! Hoy veo las cosas de otro modo: soy partidario de celebrar todo cuanto se ponga a tiro, ya sea el solsticio de verano en el patio de la bella Raquel o la cena de Thanksgiving, la cual empieza a ser tradición en la casa de un amigo muy amigo que pasó años en Harvard, Boston, y veranea en Vermont. Y lo mismo digo de nuestro Carnaval, de Halloween, de Papá Noel y de san Pedro Bendito. Sí, creo que hay que celebrarlo todo. Digo más: pienso que no hay fiestas suficientes en el calendario, ni calendarios suficientes en la vida para celebrar una décima parte, una milésima parte, de cuanto deberíamos o quisiéramos celebrar. En cualquier caso, esta noche, bien por san Valentín, bien por san Ballantine's, aquí habrá velas y vino, y también besos de esos... que canta Zenet.

lunes, 13 de febrero de 2012

juegos de la edad tardía

El título de aquella gran novela de Luis Landero me viene bien para recrear una sensación reciente. Mi mujer y yo estuvimos el sábado haciendo algunas compras en el Carrefour del centro comercial Las Rosas. Y no es que hayamos abandonado Mercadona para pasarnos a la competencia, no; sólo fue una ocasional cana al aire, y además justificada por otras compras ajenas al sector alimentación. Hace años que yo, al hacer la compra con mi mujer, adopto una posición más instrumental que determinante, por así decirlo, y ello es debido a que en ese terreno soy caprichoso, antojadizo y manirroto, a diferencia de ella, que es pragmática, sensata y ahorradora. Pues bien, al inicio del recorrido yo iba a su lado, más que empujando el carro, conduciéndolo suavemente por los lineales. De pronto descubro que ella no está junto a mí, ni a diez metros por delante o por detrás. Sigo mi camino, recreándome en la diversidad de verduras precongeladas, de braseados, saltos, parrilladas, arroces negros... Me pierdo muy a gusto entre las marcas y el tráfico rodado, dejándome llevar... hasta que, minutos después, aparece ella delante de mis ojos: "¡hola!" Pero, estimulado por la experiencia, vuelvo a perderme en seguida, ahora en el sector lácteos y derivados. Y luego más allá, donde los embutidos. Y después siguiendo la línea de la galletería, bollería, cereales, adoptando una actitud recién descubierta: no la de quien busca a alguien sino la de quien se deja encontrar, que es algo muy distinto: un no poner obstáculos a ser hallado de repente o descubierto al final del pasillo. Por así decirlo, es un andar despacio y sin cautelas, como el que se hace el distraído entre las flores. Tres, cuatro veces me perdí y otras tantas fui encontrado casualmente, fruto del seguro azar que rige nuestros pasos y nuestras coincidencias. Aunque, mientras me entretenía aquí o allá, cambiaba de pasillo, giraba a izquierda o derecha, tenía la sensación de estar avanzando a ciegas a su encuentro. Y así era: me dejaba encontrar... y sonreíamos al vernos. Qué tonterías acaba haciendo uno. Y qué tontos placeres novedosos. Fue casi como una perversión: la 'perversión Carrefour'.

viernes, 10 de febrero de 2012

tatoo

En cualquier parada del autobús te encuentras a 'David Beckham Bodywear for H&M'. O sea, a Beckham en plan sexy anunciando ropa interior. Nada nuevo en él, por otra parte. Y la verdad es que la 'Underwear Collection 2012' de la marca sueca le sienta bien al ex galáctico de Real Madrid. De hecho, mientras esperamos la llegada del autobús, todos, unos más y otros menos, echamos un vistazo a Beck en la marquesina que tenemos delante. Y aquí he observado varias actitudes o comportamientos: entre otros, las estudiantes que lo requetemiran sin disimulo y bromean entre ellas acerca de lo bueno que está; las amas de casa, que miran apenas un instante y bajan en seguida la mirada, como si hubieran cometido un acto del que avergonzarse; los jubilados, que le perdonan la vida con expresión escéptica de 'anda, mira tú este, ahora anunciando calzoncillos'. También hay quien le observa como buscando en él algún defecto, o un retoque en photoshop que confirme su 'ojo de halcón'. Ya sabemos que quien no se consuela es porque no quiere. En fin, no hace falta ser un lince, ni mujer, ni gay, ni del todo bisexual para advertir que ese hombre está... para tener con él, como mínimo, una fantasía. O dos, si es viernes. Pero lo que quizá más llama la atención, al menos la mía, son esos tatuajes que decoran sus brazos, hombros, espalda, costados, pectoral izquierdo... Entiendo que el tema 'tatoo' es más complejo y no se puede despachar con dos patadas y balones fuera. Sin embargo, yo tengo un problema (o prejuicio) en relación con ello: para mis ojos mirones, un cuerpo tatuado, decorado, deja de ser un cuerpo desnudo. Por más que lo intente, no consigo ver la desnudez en una piel pintada. A ver si me explico. Si Botticelli hubiese tatuado exactamente a "Venus saliendo de las aguas" en el cuerpo de la modelo que lo inspiró, yo vería en ella un cuerpo y rostro bellísimos, una obra de arte incomparable, claro que sí, pero dejaría de ver para siempre el rostro y el cuerpo desnudo de esa joven modelo. Adoro el arte, lo juro, y la belleza de los museos y de las galerías, por supuesto que adoro todo eso, pero nunca tanto como a un cuerpo desnudo, vivo, palpitante... ya sea saliendo de las aguas o buscando refugio entre las sábanas. Soy así de simple. Y aunque lo intento, ya va a ser difícil que deje de serlo.
Promocional David Beckham ad for H&M - Super Bowl - YouTube

jueves, 9 de febrero de 2012

la nieve y el fuego

A una hora incierta de la madrugada he oído en la radio que la ola de 'frío siberiano' que recorre Europa produce situaciones sorprendentes, como la del volcán Etna, en Sicilia, todo él cubierto de nieve. Pero esa blancura tan apacible del exterior contrasta con lo que está ocurriendo en sus entrañas: el Etna ha entrado en erupción. O sea, guerra y paz. A menudo asistimos a esas aparentes contradicciones o paradojas. Una imagen bucólica, una casita en el campo rodeada de abedules, con su columpio, su mecedora en el porche, la yegua en el establo, la dulce vida y el sosiego que emana de todo ello... no es sino la engañosa fachada de un infierno frío a punto de estallar en el alma atormentada de un hombre bueno, abstemio y temeroso de Dios que lee la Biblia cada noche junto al fuego. De acuerdo, todos hemos visto mucho cine nórdico. Pero también Coppola, tan lejos de Suecia, contaba como nadie la dulzura y el espanto, la cólera y el baile, en montaje paralelo, durante una alegre boda familiar o mientras asistimos a la representación de una ópera en Palermo. Y hablando de cine, cómo no recordar la belleza y la emoción que transmitían aquellos niños rubios y adolescentes de mirada azul, uniformados, cantando una mañana luminosa himnos ilusionantes que hablaban de poesía, de esperanza, de la blanca flor del edelweiss, de la gloriosa patria alemana... en la genial Cabaret. También está la calma que precede a la tormenta. Y el silencio que ocurre tras la detonación. El tormento y el éxtasis conviven de un modo sorprendente, como la nieve y la lava en el Etna. Y a veces parecen la misma cosa, sólo que con un cuarto de hora de diferencia. El ángel y el diablo, inevitablemente. Tengo escrito por ahí algún poema que habla de eso; el primer verso dice: "un ángel es un diablo que aún no se ha corrompido." Bueno, también a veces pienso cosas más animadas. Por ejemplo: siempre que llueve, escampa.

miércoles, 8 de febrero de 2012

té con limón

Tomo té con limón caliente en taza grande, un souvenir inspirado en los taxis neoyorquinos; de hecho, la taza tiene un viejo taxi amarillo en relieve, y debajo, también en relieve y en amarillo sobre fondo negro, el nombre de New York. El té caliente con limón me alivia el picor de garganta y me produce un cierto bienestar dentro del malestar (tolerable). Previamente, el paracetamol + vitamina C me ha levantado un poco el tono alicaído,  sacudiéndome la sensación de sueño y la pesantez de párpados. Y luego está la codeína del jarabe, que te da un punto algo flotante y como de un lento y perezoso colocón. En tal estado, leer despacio los prospectos de los fármacos resulta un ejercicio casi apasionante. Descubre uno en ellos un mundo por explorar. Más que el principio activo, me atraen los excipientes y sus nombres con poderes: polividona, etanol, docusato sódico, sorbitol líquido no cristalizable... Y luego está el campo de las compatibilidades y las promiscuas interacciones con otros medicamentos. Hay algo de orgiástico ya en la mera enumeración o descripción de esas interacciones permitidas en la comunidad swinger de cápsulas, comprimidos, supositorios, bálsamos, jarabes y demás presentaciones. Se aprenden cosas. También tiene algo de coctelería, de saber qué mezclas funcionan bien y qué otras te sientan fatal o se neutralizan entre sí o te alteran el sueño... y los sueños. En la farmacopea también hay sus combinados estrella, sus dry martini, donde las dosis juegan, claro, un papel determinante; y luego están los lamentables calimochos, los tintos con sifón y remedios semejantes. Todos hemos cometido alguna vez errores, pero con el tiempo y la insistencia investigadora se depura el paladar y se refina el espíritu del paciente. Creo que estoy necesitando más té con limón.

martes, 7 de febrero de 2012

besos robados

Hay días que no está uno para grandes esfuerzos de imaginación, y menos aún para fijarse en algo y escribir sobre ello. Días en que lo mejor sería callar y mirar para otro lado. Porque si miras para éste, solo encuentras noticias alarmantes, países en quiebra y guerras a la vista. Parece como si los informativos hubieran caído en manos de una banda de apocalípticos. En días así hay que huir de los grandes titulares y refugiarse uno en las cosas pequeñas que pasarían inadvertidas en cualquier control de seguridad o detector de metales. Por ejemplo, los besos por escrito que una amiga mía y yo nos enviamos a través de sms cada viernes, sin falta, desde hace varios años. Estemos donde estemos, nos enviamos y recibimos el beso de ese viernes. Cada uno de ellos lleva o trae algo propio de ese día, de si llueve o anochece, de cómo ha ido la semana o cómo viene la noche, del estado de ánimo o del estado de la mar, llegado el caso. He recibido besos con un inconfundible sabor californiano a bahía de San Francisco. Los he enviado desde algún atardecer de Praga o tras una siesta de verano en Tierra de Campos. Cada beso de viernes tiene su pequeña historia irrenunciable. En unas pocas palabras viajan algunos miligramos de amistad, de afecto, de algo sencillo y personal que ni cotiza en bolsa ni detectan los sismógrafos. Solo son besos escritos. Pero, viernes a viernes, se ha ido creando un mapa, una cartografía de besos con fecha, hora, intensidad de la luz, velocidad del viento... Y todo eso pasaba automáticamente a la memoria sin límites de su potente i Phone (mi móvil tiene poca memoria y en él solo conservo los registros más recientes). Pero, de pronto, una avería, un fallo del sistema, no se sabe bien qué, hace que desaparezcan cientos de besos en un suspiro. Al parecer, son besos ya irrecuperables. Besos borrados. A todos los efectos, como si nunca hubieran existido. Tengo que hacer algo con ellos (sin ellos, en el espacio que han dejado en blanco), pero aún no sé qué. De acuerdo, la cosa no es tan grave como las noticias de los telediarios: después de todo no son más que besos. Y es verdad. Pero también, nada menos que besos. Besos robados.

lunes, 6 de febrero de 2012

una estrella en el jardín

"¿Por qué, a mí, se me ha caído una estrella en el jardín?", se preguntaba Mari Trini en aquella canción de éxito. Era un estribillo muy potente, muy tórrido, que se bailaba a brazo partido en las discotecas de los primeros años 80. Quién nos iba a decir entonces que, tanto tiempo después, íbamos a recordar aquellas refriegas y 'torrideces' de sábado noche gracias a la campaña publicitaria de una cerveza. Estrella Galicia ha recuperado aquella canción en su versión original, pero situándola en un contexto muy distinto, lo cual le da al estribillo un giro insospechado realmente divertido. La campaña de Estrella Galicia resulta, además de divertida, inteligente. Los creativos de la agencia gallega Imaxe han tenido la buena idea de coger al pie de la letra el estribillo de la canción de Mari Trini y montar a su alrededor todo el spot, toda la campaña. Si a eso le añadimos gente joven, buen rollo festivo y el humor que se le supone a una cerveza que se define como "exageradamente buena", pues ya tenemos la fórmula del cóctel. Una fórmula que funciona. A mis hijos les encanta. A mi mujer le hace sonreír. A mí, además de sonreír, me hace recordar. ¡Cuántas estrellas se nos han caído a todos en el jardín! A veces la pregunta -¿por qué a mi?- implicaba desesperación y hasta maledicencia: ¿por qué coño tiene que pasarme esto a mí? Otras, esa pregunta era de asombro, de incredulidad: ¿cómo es posible que este milagro (estrella) me esté pasando a mí? Ya he escrito aquí en alguna ocasión que practico la máxima de Simone Signoret cuando afirmaba aquello de "la nostalgia es un error." Lo creo firmemente. Pero en ocasiones, en esos días en que no se encuentra uno en su mejor momento, pues tampoco está de más (junto al frenadol, el bisolvón o el eferalgán) echar la memoria atrás y recordar durante unos minutos alguna estrella caída en nuestro jardín. Luego viene inevitablemente la inquietante pregunta: ¿habré sido yo alguna vez estrella para alguien? Y en ese caso, ¿fui estrella fugaz, lucero de la mañana, apenas polvo de estrellas? ¿Qué fui? ¿Qué soy? Ahora que lo pienso, si yo pudiera ser estrella, me gustaría caer en el Jardín de Venus. Por cierto, qué bien cantaba Morente aquella malagueña por granaína: "El jardín de Venus". Un sitio para caer, para brillar, para cantar, para escuchar. Y sobre todo, para vivir.

viernes, 3 de febrero de 2012

vida

Wislawa Szymborska ha sido una mujer de quien era casi imposible no estar enamorado. Descubrí su poesía tarde, ya bien avanzados los 90, a raíz de que le concedieran el Nobel. Muy pronto caí rendido a sus encantos: concretamente a los que afloran en la página 23 de la edición de Lumen de su antología, Paisaje con grano de arena: "todo es mío mientras lo contemplo", dice. Y seguí cayendo en la página 31, y en la 33, y no digamos ya en la 43 donde "los árboles tienen raíces bajo el óleo." Me salto un montón de páginas espléndidas hasta llegar y caer de bruces en la la 69, donde el poema Acaso acaba diciendo, ya en la 70: "Escucha / en mí late, desbocado, tu corazón." Y aún no del todo recuperado, en la 76 aparece Prospecto: "Soy un ansiolítico. / Actúo en casa, / hago efecto en la oficina, / me presento a los exámenes, / comparezco ante los tribunales, / reparo tacitas rotas." Después vendrían, aquella misma tarde,  El número Pi, La mujer de Lot, Reseña de un poema jamás escrito. A cual mejor. Luego aparecería por sorpresa Pequeños anuncios: "Se buscan personas / para llorar..."  "...Sírvanse / presentarse sin referencias / ni solicitud por escrito." Por último, acudiré a la página 142 del citado y recitado libro; su título: Sobre la muerte, sin exagerar. Dice de ella que "no sabe encajar una broma, / no sabe de estrellas, de puentes, / de tejidos, de minas, de labranza, / de construir barcos, ni de pastelería." Y asegura que "ni siquiera sabe hacer / las funciones propias de su oficio." Acepta que "de acuerdo, tiene éxitos, / pero, ¡cuántos fracasos, / cuántos golpes fallidos / e intentonas estériles!" Y al final: "No existe vida / que, aun por un instante, / no sea inmortal." Y concluye: "La muerte / siempre llega con ese instante de retraso." En julio cumpliría 89. Me entero de que ha muerto en su casa, "mientras dormía". Y también de que en ese modesto piso de Cracovia nunca faltaron "los bombones, el brandy y el tabaco."

jueves, 2 de febrero de 2012

frío

Hoy me ha despertado la radio con la noticia de que en Polonia los termómetros marcaban 30º bajo cero. No está mal. Yo lo interpreto como una venganza efímera -lástima- contra el cambio climático y el desastroso calentamiento del planeta. Cada vez que oigo -rara vez- que un frío siberiano recorre Europa, pienso con alivio   momentáneo en el pequeño retraso que va a producirse en el deshielo de los glaciares. Una pequeña victoria frente a la barbarie. Y sé que mis amigos de toda la vida, ya sean del norte o del sur, de izquierdas o de derechas, van a estar de acuerdo conmigo en algo tan irrenunciable como es la memoria. Cuando yo era niño (hace mil años), en los pueblos de Castilla cada invierno se congelaban las cañerías, y volvíamos al colegio de las monjas no solo con los regalos de Reyes sino con una habilidad nueva para patinar por los charcos congelados de primeros de enero. De ahí nos vine a los chicos de mi pueblo y de mi generación esa tendencia hacia el patinaje artístico. La meseta castellana y Austria tienen mucho más que ver de lo que se imaginan. Innsbruck y Valladolid deberían estar hermanadas para siempre. Pero el frío de esta mañana era en extremo agradable. Camino del colegio, mi hijo Ignacio me dice, sorprendido: "mira, están congelados los charcos." Yo aprovecho el viaje y le respondo: "cuando yo tenía tu edad, todos éramos patinadores artísticos." Los ojos de Ignacio se abren como antes se abrieron los ojos inteligentes (inteligentísimos) de Luis, y me interrogan sobre esos fríos, esos hielos, esos patinadores. Es entonces cuando no me arrepiento de ser padre. Pero, bien, ¿qué hacemos con el frío? ¿Qué con las manoplas y la bufanda, el tapabocas, el pasamontañas? Mientras esto escribo pienso en ellos y en la mujer que amo.

miércoles, 1 de febrero de 2012

trampantojos

"Quien hizo la ley, hizo la trampa; y quien hizo el ojo, hizo el trampantojo." La frase no es mía, qué más quisiera yo, pero es de una amiga, Esperanza Ortega, y la he leído recientemente en su blog -las cosas como son- que puede seguirse en la edición digital del periódico El Norte de Castilla. Luego copiaré aquí el enlace. El artículo en el que aparece dicha frase lleva por título "La justicia en España, ¿es un trampantojo?" Ya el enunciado en sí mismo resulta más que inquietante, aunque confiemos en que se trate de una falsa alarma, o mejor dicho: una falsa percepción, un 'trampantojo'. Independientemente de los serios temores que aparecen al final de ese artículo -rezo a san Raimundo de Peñafort para que no se confirmen-, todo lo demás en él es un puro gozo, un derroche de humor, de inteligencia (esto último es pura tautología), de guasa, de mirada viva, de conocimiento de causa y de ganas de jugar... y de pasarlo bien jugando. Confieso que siempre he sentido no solo inclinación sino debilidad por la máxima horaciana del "enseñar deleitando". Bien, pues este artículo de Esperanza Ortega creo que deleita tanto como enseña, que divierte en igual medida que inquieta y da que pensar. Yo -y aquí viene la segunda parte de la parte contratante- he tratado de publicar un comentario en ese blog de 'El Norte' que sigo y recomiendo. ¿Alguien me creerá si afirmo aquí solemnemente que no ha habido manera de publicarlo? Y lo cierto es que he tratado de no perder el paso en ese baile que viene y va del ojo al rojo, y de este al amarillo, sabiendo que al final lo más genial parece y se llama 'trampantojo'. Pero no. Para publicar cuatro líneas -exactamente 4- me piden una y otra vez "nombre de usuario (Nick o alias), correo electrónico, contraseña, confirmación de contraseña, comprobación de seguridad, aceptación de condiciones legales..." Y todo eso para, al final del recorrido, aparecer en pantalla una y otra vez que no, que "comprobación errónea". Así las cosas, la pregunta surge inevitable: ¿Dónde está el error? ¿Dónde estuvo? ¿Y en qué momento se nos jodió el Perú? Complicado asunto. La justicia en España, ¿es un trampantojo? | Las cosas como son - Blogs elnortedecastilla.es