miércoles, 1 de junio de 2011

y ahora, publicidad

Como tengo tendencia a un cierto desorden, a mi derecha, sobre esta mesa de trabajo, hay una libreta donde voy anotando ideas apenas esbozadas, frases sueltas que quizá puedan dar lugar a un post en este diario, o ser el embrión de un poema, o no llegar a nada, que sería lo más normal. Pero me tranquiliza saber que está ahí. En ella tengo escritas desde hace tiempo las palabras que me llevaron a detenerme frente a aquella marquesina, sacar el bolígrafo y anotar: "Pastillas contra el dolor ajeno. Tú las tomas, otros se curan." Médicos sin Fronteras. Esos 6 chicles de menta por solo 1 euro me hicieron sentir en el paladar profesional el sabor inconfundible de la envidia. Esa campaña acaba de ganar el primer premio en el Festival  publicitario de San Sebastián. Y ahora pasemos a un spot (más bien un clip) siempre muy esperado: el de Estrella Damm. Lo tiene todo: Ferran Adrià, El Bulli, una bonita canción de Herman Düne, la realización a cargo de Isabel Coixet, la estética mediaterránea, la chica joven y guapa, el chico ídem, el mar, los pinos, las bromas encantadoras, los cuerpos al sol, las motos de verano, la belleza viva de Elena Anaya, el barquito, el atardecer con su luz de miel, la noche en la playa con música alrededor de la hoguera, etc. En otras palabras: todo está dispuesto para enamorar a todo el mundo. O casi. Sin embargo (¡mira que siempre tiene que haber alguien buscando el pelo en la leche!), a mí estos anuncios tan superguays, estos veranitos tan happy-happy, ese buen rollito colectivo entre pijo y bacardí con coca cola ligth... Todo eso me carga un montón. Y sobre todo, me suena más falso que la falsa moneda. El primer pase está bien, incluso muy bien; el segundo, vale, puede pasar; pero al tercero ya... no puedo con él: me resulta no solo empalagoso sino estomagante. Sin embargo, "mediterráneamente" creo que es un acierto pleno. Aunque también es verdad que hace un montón de años, cuando yo era todavía casi joven, me saqué de la manga un claim no muy alejado: "mediterraneando en Altea Hills." Lo cierto es que por entonces, aquella agencia, aquel tipo de cuyo nombre no quiero acordarme (pero tampoco olvidarme), me dejó a deber para siempre un montón de pasta. Y bien mirado, quizá de ahí me venga ese mal rollo que acaban pagando Estrella Damm y sus chicos felices. O quizá sea debido a los celos de marca; porque yo, además de ser del Madrid desde niño, soy de Mahou de toda la vida. De Mahou. No de Mou.

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