viernes, 17 de junio de 2011

verano

De repente, el verano. No avisa. Irrumpe en nuestras vidas con esa cosa descarada de los jóvenes que se presentan sin avisar ni pedir permiso. Y con la irrupción del verano, todo cambia. No sólo la ropa y el calzado, también los horarios, el ritmo, la actitud, las persianas bajadas, el café... con hielo. Hay que tomar medidas y prepararse, en todos los sentidos, para que la travesía del desierto resulte lo más llevadera posible. Ya sabemos que las autoridades recomiendan no exponerse al sol en las horas centrales del día. Pero cuidado también con los efectos perniciosos que las altas temperaturas producen en las mentes. A propósito. Hace algunas semanas reaparecieron varios poemas que no sé bien si los había dado por extraviados... o si se habían ido desvaneciendo sin yo darme cuenta hacia el olvido. Lo cierto es que dichos poemas llevaban más de diez años disfrutando de ese fabuloso estatus llamado "paradero desconocido." Pues bien, unos de ellos empieza así: "Cuando se alcanzan los 40º a la sombra / y el sol aplasta y reblandece los tejidos de la gran ciudad, /se pierde el apetito, / se duerme poco y mal, / los cuerpos se impacientan / y no es cosa fácil mantener la calma. / Aquí, en la soledad de un piso sexto, letra D, / todo es penumbra y lentitud de horas redondas, / cerveza helada y un cautelar silencio / apenas horadado por el ventilador / que gira y zumba como la mente de un psicópata. (...) A medida que la tarde avanza / va en aumento el riesgo de las perpetraciones: / es el tiempo de los peores crímenes y de los adulterios / mascados a conciencia. / Hay que ser pues precavidos / y alejar los alacranes de la mente..." En fin, así estaban las cosas por entonces. Una década después, con el cambio climático y todo lo demás, me temo que el verano va a seguir propiciando incendios, pasiones avasalladoras, deseos inconfesables, noches en blanco, lipotimias. Por tanto, se requiere elevar la producción de hielo: grandes cantidades de hielo para enfriar el calentamiento global y el calentón que experimentan los cuerpos, las mentes, las ideas, los sueños... Es un hecho que no somos de piedra: ardemos con facilidad. Y en verano más que nunca.

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