viernes, 24 de junio de 2011

noche de gloria

La vida va más deprisa que los planes. Anteayer, miércoles, prometí hablar aquí de un brillante malentendido que hubo entre Neruda y yo, allá por la primavera de 1972, quizá del 73. No contaba con que al día siguiente, jueves 23, iba a ser Corpus Christi y al mismo tiempo noche de San Juan, nada menos. De modo que si fusionamos los aromas y las procesiones de las mañanas del Corpus, las verbenas de aquellas noches festivas y la paganidad del solsticio de verano... ¿cómo ponerse uno a escribir sin tener la sensación de estar incurriendo en dos o tres graves pecados a la vez? Sería tanto como desafiar a Dios, al Diablo y al Panteísmo Universal. Así las cosas, ayer decidí no dar un palo al agua en este diario, no fuera a ser que el esfuerzo se me malinterpretara. Pero hoy tampoco está el verde para mucho ruido, porque ayer celebramos hasta altas horas la noche de san Juan en el jardín de una amiga estupenda. Siete veces saltamos la hoguera. Y siete veces pronunciamos las palabras rituales, al parecer de una eficacia empíricamente probada. Eso sí, celebramos el solsticio de verano por el rito celta, que goza de un gran prestigio en el sector mágico. Y mientras en el jardín sonaba una música cubana de mucha sabrosura, cada uno de nosotros escribía en un papel las cosas malas, malísimas, que deseaba hacer desaparecer para siempre convirtiéndolas en ceniza. En otro papelito, cada cual fue escribiendo lo que pedía a las ancestrales divinidades celtas. Yo, por no abusar, solo escribí tres cosas en un papel y otras tres en el otro; eso sí, muy amplias y genéricas. Mi mujer, siempre más pragmática y codiciosa, hizo un listado... como cuando vamos a Mercadona. Luego envolvimos cada papel en una hoja de yedra. Los malos rollos escritos ardieron en la hoguera. Las peticiones y buenos deseos, tras descansar  bajo la almohada de cada uno, han de ser sembrados hoy en tierra fértil, por ejemplo bajo este tronco del Brasil que tengo a mi derecha. Pero la noche estaba tan de gloria bendita en el jardín fragante, y el albariño frío de la cena entraba una y otra vez como una brisa atlántica; y luego, las sucesivas jarras de mojito con yerbabuena eran una invitación al baile, a la risa, al juego, a los gozosos placeres de este mundo. Eso si: a la mañana siguiente, la resaca no hay quien te la quite. Pero la sonrisa tampoco.

4 comentarios:

  1. Cómo envidio esa juerga sanjuanera que os pasasteis...!!!!
    Seguro que fue del estilo de Pequeñas mentiras sin importancia. ¿Me equivoco?

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  2. Por estas cosas, entre otras, es por lo que te queremos tanto.

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  3. Valga aclarar que yo que soy atea, digo ¡¡¡¡¡¡ viva San Juan, el día de San Juan y mis amigos del día de San Juan!!!!! Besos

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  4. Esta vez he conocido el contenido de tu blog en vivo y en directo antes de leerlo y, siento decirte, con algún detalle más (te olvidaste de las velas). Hacéis una buena pareja incluso literaria.

    Belén

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