martes, 21 de junio de 2011

amigos

De niños ya éramos amigos. Íbamos al mismo colegio de monjas, nos gustaban los mismos juegos, los mismos cromos, los mismos sitios. Aprendimos a nadar casi a la vez. Pronto aparecieron las bicicletas, y con ellas la amistad veraneaba ahora sobre ruedas. Nos llegó la adolescencia y nuestra relación se estrechó más aún: teníamos nuestros santos lugares, nuestros discos singles y la mejor pandilla de chicas de toda la comarca. Durante años, la palabra más utilizada entre nosotros fue "guateque". Cada nueva temporada solía producirse alguna incorporación, más o menos efímera, a la pandilla, aunque el núcleo duro permanecía invariable en cualquier caso. Con la llegada de la primera juventud nos divertimos mucho: fumábamos, bebíamos, bailábamos, nos escribíamos durante el curso, nos reencontrábamos en vacaciones. Nos fuimos haciendo mayores sin dejar de ser amigos. Novias, bodas, los primeros hijos... La pandilla se fue deshaciendo inevitablemente. La amistad, no. Desde hace no sé los años, cerca de treinta, supongo, los muchachos de entonces nos reunimos con naturalidad, siempre un sábado de la segunda quincena de junio, para vernos las caras, preguntarnos, contarnos nuestras cosas, bromear, reír, cenar, beber (cada vez menos), pero con ese buen estilo que siempre tuvimos y que nos impide ponernos almibarados, lamigosos... Somos lo suficientemente gamberros para que eso no tenga cabida entre nosotros. Ese grupo, si se observa en vista panorámica, digámoslo así, puede parecer bastante homogéneo, con unos rasgos comunes (edad, educación, procedencia, clase social, etc) muy nítidos. Sin embargo, si pasamos al plano corto, observados de cerca ofrecemos al investigador una sorprendente biodiversidad. Y en materia de opinión, de ideas, somos incluso antagónicos en algunos casos. Y ahí he de admitir que estoy en minoría. Pero no importa, porque son mis amigos. Es verdad que son unos cabrones con pintas que en cuanto tengan ocasión (y con este post ya la tienen) se me van a tirar a la yugular y van a hacerme toda suerte de chanzas, burlas y gamberradas de muy diversa índole. Y es verdad también que no se merecen mi amistad, esos devergonzados. Pero, bueno, les perdono, pobrecitos míos.

3 comentarios:

  1. Un beso, "con la miel en los labios".¿Recuerdas,cuerpo, aquellas noches radiofónicas y sexo duro?

    P.D.: Ha muerto "Salerito de Castilla".Descanse en paz.

    ResponderEliminar
  2. La amistad es un tesoro que tú tienes muy bien ganado. Otras nos despistamos por ahí y nunca volvimos a aparecer, aunque de vez en cuando lancemos señales de humo por si alguno contesta.
    Besos

    ResponderEliminar
  3. No creo yo que nadie se tire a la yugular de una amistad tan sólida y de un pasado tan irrepetible, además gracias a tu perdón y condescendencia estas bestezuelas pueden seguir disfrutando de tu amistad incluso en el plano corto de la discrepancia, que siempre estará muy por debajo de la amistad.

    Seguir cenando con vosotros durante treinta años es un privilegio al que no se renuncia por ninguna causa, como privilegio fué el poder haber vivido aquello que empezó hace más de cuarenta.

    En fin, mejor no miro para atrás no me vaya a dar un vértigo.

    Un abrazo "salao"

    ResponderEliminar