miércoles, 22 de junio de 2011

poseía poesía

Acertar por equivocación no solo es posible: es una maravilla, que diría Sampedro. Y no tan infrecuente como pueda parecer. Aparte del tópico de que Colón descubrió América (Las Indias) por error, tengo entendido que en el terreno de la investigación científica eso sucede a menudo. Un personaje femenino de Buñuel (etapa mexicana) dice, más o menos: "pues ya ve usted, yo iba para cinemática pero me quedé en cabaretófila." Nadie sabe adónde nos puede acabar llevando la marea. En otras palabras: que sale uno a cortar leña y acaba vendimiando. Y es verdad que, por fortuna, nunca sabemos en qué lugar del recorrido se va a producir el error... o el milagro. Sí, hay aciertos tan geniales que solo pueden ser fruto de la equivocación. Eso lo conocen bien los profesores/as con amplia experiencia en la corrección de exámenes y trabajos. Mi mujer sabe no poco de esto, y de otras cosas. Y a veces no puede dejar de sonreír (cuando no soltar una hermosa carcajada) ante hallazgos realmente insuperables. Tengo en la memoria algunos muy recientes. Un alumno suyo ha tenido hace unos días la genialidad involuntaria de transformar un título clave de la poesía del siglo XX en..., bueno, vamos a dejarlo ahí. Veamos. Queriendo citar el cernudiano libro Desolación de la quimera, nuestro creativo y romántico alumno lo transforma en nada menos que: Deseo la acción de la quimera. Tal cual. Estoy convencido de que Luis Cernuda, tan puntilloso él, hubiera adoptado sin dudarlo ese título para las sucesivas reediciones del célebre poemario. También recuerdo, cómo no, a otro alumno de mi mujer, muy desmitificador éste, que rebajó a extremos insospechados uno de los mejores títulos (y de las mejores novelas cortas que yo haya leído). Pues bien, sepa el lector que El coronel no tiene quien le escriba fue ascendido finalmente, sí, pero quedó condenado a un penoso: Al general ya no le escribe nadie. Y es verdad que, tras comprobar día tras día que ya nadie le escribe, el general, derrotado por la desesperanza, está a punto de escribir un libro terrible, y acaso premonitorio, que llevará por título: Deseo la acción de la quimera. Mañana, si no sucede nada del otro mundo que me obligue a cambiar de planes, revelaré aquí, en primicia, el incidente que tuvo al final de su vida Neruda (Neruda, no Cernuda) conmigo. No sé cómo lo hago pero, desde muy joven, siempre he tenido una rara habilidad para meterme en líos.

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