lunes, 7 de marzo de 2011

tarde de domingo

Mientras desde algún lugar de la casa llegaban los ecos del Carrusel Deportivo, mi mujer y yo removíamos Roma con Santiago en busca de un papel; perdón por la expresión: un ¡puto papel! que tengo que presentar en un organismo público. Aprovechando el viaje, empezamos a hacer limpieza. Papeles caducados o muy caducados, papeles anacrónicos, papeles que han perdido sentido, papeles que no se explica uno cómo han llegado hasta aquí, papeles olvidados, papeles cuya mera supervivencia casi emociona. Cuando en la radio se iniciaba una nueva ronda de "minuto y resultado", nosotros abríamos una nueva carpeta o archivo o caja de sorpresas. Declaraciones de Hacienda del 92, recibos de la luz o del agua que corrió hace... cinco domicilios, la factura de una vieja mudanza de Muebles Caballero, manuales de electrodomésticos del siglo pasado, entradas y programas de teatro, artículos prensa en color sepia... Y así hasta llegar a la carta de una amiga que por entonces vivía en la ciudad francesa de Orleans;  por supuesto que esta no fue a la bolsa de los papeles rotos: volvió donde ha permanecido los últimos 14 años. Cómo desprenderme de ella, de su tinta azul, su trazo, su sintaxis, su mínimo y entrañable error ("me encanta recibir cartas de ti"), casi su respiración en el momento en que fue escrita, una tarde, dice, de mucho frío ("a 25 de febrero del 97") en Orleans. Ya era de noche cuando llevé al contenedor dos grandes bolsas de papel en las que viajó hacia la nada una parte de lo que han sido los últimos 20 años de mi vida. De nuestra vida. Por cierto, debo decir que no apareció el papel buscado. Hoy he sabido que ese papel no podía aparecer porque... nunca existió. De todos modos, el Madrid hizo un partidazo en El Sardinero: 1-3, con goles de Manolito Adebayor y Benzema (2).

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