viernes, 25 de marzo de 2011

el ruido de las cosas

La vida cambia de un día para otro, como las dunas cambian la fisonomía del desierto de la noche a la mañana, o eso dicen. Ayer estaba el jueves como para meterse en la cama con las hermanas Brontë. Entiéndaseme bien: con Jane Eire o Cumbres borrascosas. Sin embargo, hoy ya es otro día. Nubosidad variable, sí, pero con ligero ascenso en la temperatura y, sobre todo, una clara mejoría en la calidad de la luz. De acuerdo que hoy no es lo que entendemos por primavera en Madrid, pero hay mañanas londinenses que en buena medida se parecen a ésta que hemos tenido aquí. Y entre unas cosas y otras llevo tres días dándole vueltas (y muriéndome de envidia) al título de un libro del que sólo sé que no sé nada, salvo que ha sido la obra ganadora del premio Alfaguara de novela: El ruido de las cosas al caer. Casi que no haría falta argumento, ni trama, ni trescientas páginas detrás. Con un título así, está todo dicho; sólo falta poner por escrito lo que lleva dentro. He aquí un caso claro y raro en que un verso da título a un (implícito) libro de poemas que, a su vez, se introduce en una historia o ficción que, finalmente, nombra, evoca y contiene una novela. Conste que todo esto son meras suposiciones. Me acuerdo de otro verso, un hermoso alejandrino que dio título a una dudosa novela, la cual me gustó entonces, sí, pero que, por si acaso, no voy a releer ahora: Si hubiéramos sabido que el amor era eso. Y bien, de haber sabido entonces que eso era el amor, ¿qué habríamos descubierto? Pues está muy claro: la música del tiempo. Es decir: el ruido que hacen las cosas al caer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario