viernes, 4 de marzo de 2011

furiosa alegría

Se nos echa encima la Cuaresma en plena crisis. Pero para afrontar la triste y larga Cuaresma se inventó el Carnaval: un poco de locura, de transgresión, de libertinaje (que como es sabido consiste en libertad... y algo más), de comamos y bebamos y forniquemos como si fuera la última vez. Carnaval es poner la venda antes que la herida; es el hartazgo previo a las hambrunas. En los tiempos en que las pestes y pandemias asolaban la vieja Europa, sucedía que las buenas gentes temerosas de Dios se echaban a las rúas de los burgos para convertir su desesperación en un gesto de furiosa alegría libertaria. Comían hasta reventar, se embriagaban hasta enajenarse, cantaban hasta perder la voz, fornicaban hasta caer rendidos en los brazos del sueño o de la dulce muerte. En otras palabras: al final... Carnaval. Todo esto viene a cuento porque mañana, sábado 5 de marzo, se celebra el Baile de Máscaras en el Círculo de Bellas Artes. Y esa es un vieja tradición en mi Círculo de Bellas Amistades. Creo que esta vez también acudiré disfrazado de El Hombre Invisible. Es un disfraz que en los últimos años me ha funcionado estupendamente bien. Ver sin se visto. Escuchar las más seecretas confidencias. Advertir intenciones o deseos inconfesables. La impunidad y el anonimato están garantizados: por una noche puedo ser Dios o el Diablo. O ambas naturalezas. O su contrario. Aunque es verdad que me acerco tanto al fuego más íntimo, al secreto más perturbador, que hay Bailes de Máscaras en que casi me arrepiento de no haberme quedado en casa, leyendo La Biblia como un patriarca, o descendiendo a los infiernos del periodismo televisivo, llenos de odio y rencor en noches de furia y ruido. Pero, ojo, hoy es viernes, príncipe de la semana, y estoy a tiempo de escuchar a Bach, a Piazzolla, a Morente..., leer un poema a alguien por teléfono, acordarme de algo, sonreír a solas, disfrazarme...

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