jueves, 3 de marzo de 2011

los jueves, milagro

El jueves es un día redondeado y satisfecho, aunque sin llegar a la opulencia desbordante del sábado. Así como el lunes es anguloso y desabrido, el jueves presenta un cuadro clínico de lo más saludable y se muestra muy gustoso del lugar que ocupa en el espacio: doblado ya el Cabo de Hornos de la la semana, aparece a mar abierta con el horizonte despejado y todo el trabajo sucio ya hecho por sus antecesores en la zona fría que va de lunes a miércoles. El jueves no tiene crisis de identidad, ni prisa ninguna por llegar a ser otro día. El jueves ya es un noble crianza que se ha ganado el respeto en las bodegas del tiempo. Y por supuesto, como en el título de aquella película de Berlanga (con Pepe Isbert  y toda la tropa haciendo creíble la aparición en el pueblo de San Dimas), los jueves, milagro. Y no estoy diciendo que todos los jueves tenga que haber milagro, pero sí afirmo que puede darse alguno de vez en cuando. Por ejemplo: estás leyendo solo en casa un jueves al anochecer; tras un largo silencio acumulado, a eso de las ocho (que es una hora completamente jueves) suena de pronto el teléfono. Y suena de un modo especial. No lo descuelgas todavía. No pulsas la tecla. Dejas que suene dos, tres, cuatro, cinco veces. Durante esos segundos imaginas cosas, nombres, voces remotas que reaparecen ahora en tu memoria procedentes de ni se sabe cuándo, dónde..., quizá de otros jueves muy lejanos. Antes de descolgarlo, no puedes descartar nada, ni siquiera el milagro. Mientras está sonando por toda la casa el tercero, el cuarto, el quinto tono... el milagro del jueves está sucediendo. Estas podrían ser algunas de sus variantes: 1. "¿A que no te imaginas quién soy?" 2. "Mi marido está de viaje." 3. "¡Es benigno!" Claro que también cabe la posibilidad de que sea la teleoperadora de Jazztel  preguntando (desde Guayaquil, número oculto) por la esposa del señor Luisalonso, para hacerle una oferta lindísima sin gastos ni comisiones ni cuota por establecimiento de llamada. Nunca se sabe. Todo es posible un jueves, y más a partir de las ocho de la tarde.

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