martes, 29 de marzo de 2011

curvas, lujo, serpiente...

Yo no soy rico pero sí lujoso. Es verdad que tengo un sentido innato para no ganar mucho dinero ni hacer negocios u operaciones de alta rentabilidad; a cambio estoy muy bien dotado (y no es por presumir) para casi todo aquello que aporta benficios al bienestar pero no produce ingresos en cuenta corriente o en fondo de inversiones. Si yo fuera rico por mi casa, inmensamente rico (aparte de meter mucha pasta en una agencia de publicidad sui géneris, cosa que ya expliqué aquí hace algún tiempo), sería un virguero del derroche: pondría todo mi empeño y capacidad en arruinarme sin prisa pero sin pausa con insuperable estilo. Arte, mecenazgo, viajes, regalos, caprichos, extravagancias, oenegés, instantes, conocimiento, belleza... Hace algunos días, una buena amiga me recordó la idea de Jorge Edwards acerca de la necesidad o no de la poesía. Edwards dice que los que no atienden a lo superfluo nunca tienen lo necesario. No está nada mal. De algún modo, eso viene a coincidir con la respuesta dada por Borges a un audaz reportero. Ante la pregunta "¿para qué sirve la poesía?", Borges, con aquel gesto tan suyo, miró al cielo como buscando un ángel y respondió con suavidad maleva: "¿y para qué sirve el aroma del café?" Aunque en estos casos yo siempre recurro al viejo Cocteau: "Sé que la poesía es imprescindible, pero no sé para qué." Tras ver por vez primera (tocar, viajar, sentir, circunvalar) las "esculturas" de Richard Serra, en Bilbao, tengo aún muy viva la percepción de la curva perpetua, incesante, fluyente. Esas elipsis son como la curva de un párpado, de una córnea, de un empeine... multiplicadas por mil. Quizá La serpiente de Serra sea la curva soñada por un loco enamorado de unas caderas de mujer... o por un ingeniero de Ferrari. Y bien mirado, eso es lujo. De acuerdo, todo lo superfluo que se quiera, pero tan necesario como la puesta de sol o como algunos endecasílabos de Garcilaso, como los secretos, como el vaivén de las olas y del deseo, o como las señales de tráfico: peligro, doble curva. Es decir, lujo: todo cuanto excede. Y lo único a lo que no estoy dispuesto a renunciar. Por cierto, qué buen día hace hoy.

1 comentario: