viernes, 28 de septiembre de 2012

alguien dejó un comentario

Alguien dejó un comentario al post de ayer en el que sugería que yo propusiera una visita de otoño a la Gran Vía madrileña. Vamos a imaginar una dulce mañana entre octubre y noviembre. Supongamos que hemos quedado a las 11 h. en Callao, concretamente en la librería La Central, que tiene bar y está muy bien. Una vez reunido todo el grupo (pueden ser cuatro o cuarenta), y hechas las presentaciones y compras que a cada uno le venga en gana, partimos hacia el Hotel Capitol, a unos treinta segundos de La Central, andando sin prisa, donde nos espera una visita a alguna de las habitaciones en las que si asomas al balcón te encuentras en primer plano con la parte posterior del célebre luminoso de Schweppes, aquel que Álex de la Iglesia cinematografió muy hábilmente en El día de la Bestia. De ahí pasaremos, con el vuelo de la imaginación, al desaparecido Hotel Florida, a un paso del Capitol, donde en el otoño de 1936 se reunían a la caída de la tarde 'el coronel' Malraux y sus aviadores brigadistas, y allí mismo, todavía polvorientos, en medio de una nube de corresponsales, espías, escritores, diplomáticos, hombres de negocios y curiosos de toda condición, el coronel trazaba en la pizarra para todos los públicos la estrategia a seguir al día siguiente, quizá en los cielos de Toledo o de Extremadura. Yo mismo leeré de viva voz una o dos páginas de la biografía de André Malraux, escrita por Jean Lacouture, donde se describe todo ese ambiente, esos momentos. Pero llevamos cierto retraso sobre el cronograma previsto. Hay que apresurarse, y quizá eso nos obligue a pasar por alto lo que fue el legendario Pasapoga y subir a alguna de las azoteas donde nos espera el cielo de Madrid (ese mar) y un punto de vista nuevo, desconocido para casi todos. Fatalmente, la expedición se divide en dos: Carmen, mi mujer, capitanea a aquellos que desean un poco de recogimiento en el Oratorio de San Felipe Neri; yo, mucho más profano, me dejo arrastrar por el resto del grupo a uno de los santos lugares, en la acera de enfrente, donde Ava Gardner enamoraba a medio mundo y se bebía botella y media de whisky cada noche, sin que su mirada perdiera ni un ápice de aquel ensueño, aquella promesa de perpetua felicidad: estamos en Chicote. Y hay que decidir ya mismo si nos pasamos directamente a los legendarios Chicote's Dry Martini o si tratamos de cumplir con el programa acordado, el cual tendría su penúltima visita allá arriba, en la terraza con vistas del Hotel Ada. Y desde allí solo caben tres opciones: o gintónic de Hendrick con pepino en el Círculo de Bellas Artes (y sea lo que Dios quiera), o nos vamos a un hotelito con encanto y spa, o hacemos merienda-cena en mi casa, a la espera de que el Madrid nos dé una alegría a algunos y un disgusto a otros. Todo es posible un sábado de otoño con amigos, tras una visita a la Gran Vía.

1 comentario:

  1. !Lo importante que es tener un buen guía! Acabó de saber donde se encontraba, gracias al copy, ampliado con Google, el hotel Florida. Y me ha hecho trasladarme por un momento a aquella época un tanto épica pero en la que aún existía esperanza. Ha estado muy bien este paseo virtual, pero ha faltado el Chicote's Dry Martini

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