martes, 25 de septiembre de 2012

el amor, solo eso

Leí el otro día una crítica y fue suficiente para que me entraran unas ganas locas de ver esa película: The deep blue sea. A veces ocurre que lees un comentario, una sinopsis, algo, y sientes la necesidad imperiosa, o al menos un fuerte deseo de escuchar ese disco, leer ese libro, ver esa exposición. En esos casos, la intuición rara vez me falla. Tengo aquí delante esa crítica; empieza así: "¿Qué te ha pasado?", pregunta un personaje a la extenuada mujer protagonista? (...) Respuesta: "El amor, solo eso." De modo que la cosa ya empieza por todo lo alto. Pero la breve crítica -Javier Ocaña, El País- concluye más alto aún: "Amor en tiempo de paz, con recuerdo de guerra. Es el dolor de una mujer (...) que, entre el simbolismo de la ventana y las cortinas, no sabe si abrirlas o cerrarlas." Estas pocas líneas son en sí mismas puro cine, y del grande. Y si además resulta que la protagonista es nada menos que Rachel Weisz, pues ya está todo dicho: al cine. Aún no la he visto, pero cada día que paso sin verla disfruto recreándome en ese profundo mar azul que me espera, que nos espera. Es casi como aquello que cuentan del general Montgomery a su regreso al bar de oficiales, cansado y polvoriento, tras una larga jornada de combate frente al Afrika Korps de Rommel en el desierto de El Alamein, verano del 42. Dicen que Montgomery miraba y miraba su vaso de whisky con hielo sin decidirse a dar el primer sorbo. Alguno de los presentes se atrevió a decir: "¿Qué ocurre, mi general? ¿Acaso no está el scotch servido a su gusto, como siempre?" Y dicen también que el héroe de El Alamein, al oír esas palabras, esbozó un asomo de amago de sonrisa británica y, mirando su vaso lleno de whisky, respondió algo así como: "No cambiaría esta sed que ahora tengo por nada del mundo." Entiendo bien al general. Conozco esa sed, y conozco el placer de esa demora... Elegir la sala, el día, la sesión; dejar la cena preparada para los niños (el 'niño' mayor solo tiene 18, está en la universidad); vestirnos de cine, sacar las entradas, sentarnos y mirarnos con una mirada de película... a punto de empezar. Una mirada casi verde -la que yo recibo, claro- que se parece al mar azul profundo de los viajes venideros. En la penumbra de la sala, nos miraremos como se miraron, supongo, el vaso de whisky y el general. Y unos segundos antes de que se apaguen las luces, haremos lo posible por decirnos sin palabras: "¿Qué te ha pasado?" Y respondernos algo así como: "El amor, solo eso."

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