lunes, 10 de septiembre de 2012

tan reales que parecen falsas

Sephora, además de ser el nombre de la esposa más bella de Moisés, es una conocida marca francesa de cosméticos y productos de belleza perteneciente al grupo Louis Vuitton. Pues bien, este fin de semana he visto en una revista femenina (y masculina también) un anuncio firmado por Sephora que tiene su gracia. Anuncia "una nueva máscara de Benefit" cuyo secreto es "un cepillo innovador para aportar un volumen que supera la realidad". Y añade, no sin cierta malicia: "¡Sólo mirarán tus pestañas!" Gran parte de la página la ocupa una mujer supersexy, pero más biónica que real, más de cómic que de carne y hueso, con un escote que deja ver unos pechos imposibles. De los labios de esta fantasía erótica sale un fumetti que es lo mejor del anuncio; dice: "Tan reales que parecen falsas..." Se refiere, claro está, al "volumen que supera la realidad" de las pestañas, eso sí, jugando al equívoco con otros volúmenes que también superan la realidad. Al ver ese anuncio, y en particular esa frase destacada, no pude evitar sonreír, y a continuación preguntarme si esa creatividad es descaradamente machista o si se trata de una burla al machismo, hecha con la inteligencia que siempre va implícita en el humor. Supongo que habrá opiniones para todos los gustos. Pero el "tan reales que parecen falsas" me lleva más allá de los límites de la página y de la propia campaña publicitaria. Siempre lo he pensado (lo hemos pensado todos, supongo), pero recuerdo haber leído en algún artículo de Javier Marías algo así como que la realidad es una pésima novelista, porque si lleváramos a una novela las cosas que pasan realmente en la vida... sería un desastre: nadie se creería esa historia. La realidad es excesiva, disparatada; la novela exige al menos una cierta verosimilitud. Más aun: creo que la novela es el invento más sensato para suavizar y hacer digeribles las cosas que pasan casi a diario, o que podrían pasar. Hay realityshows televisivos que no se los cree ni Dios. Y viceversa: hay malas novelas y peores películas que, de puro inverosímiles, se parecen más a la sucia o mediocre realidad que todo cuanto pretende honestamente reflejarla. Cuántas veces el buen periodismo resulta pura literatura fantástica. Este es un viejo tema. Como las pestañas tan reales que no te dejan mirar hacia otra parte.
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