viernes, 7 de septiembre de 2012
parole, parole
Últimamente tengo la sensación de que vivimos algo así como un intento de crear una realidad paralela, de que asistimos a
un espectáculo de suplantación donde una especie de realidad virtual se superpone a la verdadera realidad y trata de hacerse pasar por ella. Se basa en un método muy sencillo:
eliminar los nombres de las cosas y sustituirlos por otros, más
acordes a la nueva apariencia que se pretende inventar. Las palabras crean
realidad de igual modo que la función crea el órgano. Lo que no
tiene nombre, no existe. Lo que se deja de nombrar, desaparece a
todos los efectos. No llamar a las cosas por su nombre es una
falsificación, una impostura, es robarle su esencia y sustituirla
por otra. O sea, lo que entendemos por ‘dar el cambiazo’. Esa vieja práctica adquirió notoriedad en España hace algunos años por obra y gracia de los
legisladores y los asesores ministeriales. De pronto los vertederos
empezaron a ser “estaciones de transferencia de residuos sólidos”, el recreo de los colegiales se transformó en “segmento de ocio”, la pizarra del aula ascendió a la categoría de “panel vertical de
aprendizaje”, el comportamiento dejó de ser mero comportamiento
para adquirir el rango de “contenidos actitudinales”, tal
como nos ilustró en su día Muñoz Molina. Ahora, con la crisis,
estamos asistiendo a un momento estelar de la suplantación semántica.
Ya he perdido la cuenta de los distintos circunloquios oídos para
evitar decir la palabra ‘rescate’, algunos ciertamente brillantes
(en esto, De Guindos es insuperable, aunque día a día se supera a sí
mismo). A los recortes se les llama de todo menos recortes. Al saqueo
de las cajas de ahorros, al abaratamiento del despido, al estado de
malestar... A qué seguir. Más vale tomárselo con humor,
como aquella manera de maquillar una humillante desbandada de las
propias tropas en el frente convirtiéndola en “ofensiva en repliegue
estratégico hacia la retaguardia.” En fin, para evitar susceptibilidades, seremos educados y no hablaremos de la 'contrarreforma' en marcha sino del 'retroavance' progresivo. No hay duda de que si hubiera
que elegir el musical que mejor representa este tiempo, ganaría por
goleada Más de 100 mentiras.
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