miércoles, 19 de septiembre de 2012

la maravilla de las cosas

Ayer me quedé con ganas de más. Más nada flotando en el vacío. Más silencio viajando entre las constelaciones. Y también su contrario: me atrae mucho esa imagen de aquello que sucede para nadie, sin testigos, en medio del bosque o del espacio, o en una región del tiempo deshabitada que aún no se ha producido. Imaginemos que, al cabo de dos o tres décadas, iTunes (o quien sea) necesita deshacerse de sus excedentes de archivos sonoros y los lanza al espacio exterior, lejos de nuestro alcance. Y puestos a imaginar, imaginemos que por algún error o azar esos archivos 'desobedecen' la programación, el mandato de destruirse, y empiezan a sonar y a sonar en un desorden aleatorio, y lo hacen en el silencio estelar de Alpha Centauro o de Casiopea. ¿Cómo sería un concierto de Mozart para flauta sonando a solas en las proximidades de Orión? ¿Y la voz de María Callas atravesando los espacios interestelares como una daga de fuego platino en la oscuridad? Mientras esto escribo, Cecilia Bartoli está cantando para mí en este preciso momento el bellísimo "Parto, ti lascio, o cara", perteneciente a Germanico in Germania, de Nicola Porpora. Recuerda inevitablemente "Lascia ch'io pianga", de Hendel. Me pregunto cómo sonaría este registro dentro de mil años (eso no es nada) en... los Anillos de Saturno, por ejemplo. ¿Seguirá vigente para entonces el 'efecto mariposa'? ¿En qué medida quedaría alterado el devenir del universo si cierta secuencia de Kind of Blue -ese momento en que Miles Davis y Coltrane coinciden en un cerrar de ojos- sonara sin motivo y sin objeto en un agujero negro... o en la punta de la flecha celeste de Sagitario? Sin necesidad de ir tan lejos, ¿qué tal el insuperable "The Man I Love", de Gershwin (enhorabuena a los creativos de El Corte Inglés por recuperarla), cuando todos se hayan ido del último bar, del último club, y no quede nadie para contarlo, para bailarlo? Qué lástima: cuánta maravilla para nada. Dios debería existir, aunque solo fuera para recoger alguno de estos milagros. He leído recientemente que el compositor Beck Hansen, o sea, Beck, ha sacado un disco sin sonido -Song Reader, el título es honesto-, donde el artista sólo entrega las letras y las partituras de las canciones. Me parece perfecto, y además incontaminante y sostenible. Hace unos días he conocido, gracias al poeta Vicente Gallego, un pensamiento de la tradición zen que dice: "el verdadero vacío, la maravilla de las cosas."

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