jueves, 6 de septiembre de 2012

medias verdades

Quizá sea una coincidencia reiterada -se dan a veces- pero, desde hace algún tiempo, cada vez que llamo a algún servicio de atención al cliente, ya sea de una empresa grande, mediana o minúscula, invariablemente salta una grabación que dice "en este momento todos nuestros operadores están ocupados; por favor, permanezca a la escucha; en breves momentos le atenderemos." Y entra la música, se supone que para amenizar la espera. Todos hemos visto mucho cine y muchas series americanas, y claro, cuando uno oye esa expresión tan apabullante de 'todos nuestros operadores' no puede evitar imaginarse por un instante un ejército de teleoperadoras con pinganillo respondiendo simultáneamente y sin parar a las incesantes llamadas de cientos de usuarios o clientes que solicitan información. Esa imagen, queramos o no, está en nuestro imaginario. Entretanto, te pones a la cola y formas parte del overbooking. Si hay suerte, permaneces a la espera tan solo un minuto, pero a menudo son dos, tres, cinco, diez o más minutos de amenizada espera, porque, una y otra vez, "en este momento todos nuestros operadores..." Y entretanto, claro está, la compañía telefónica sigue haciendo caja. Pero la realidad es muy otra. Yo no digo que en algún caso no haya una docena de operadores ocupados -las llamadas telefónicas, como el tráfico, también tienen sus horas punta-, pero la mayoría de las veces el 'todos nuestros operadores' se reduce a una recepcionista que, además de atender el teléfono, debe gestionar el correo, hacer café, reservar mesa en el restaurante, ocuparse de las visitas, etc. Eso explica mejor que nada los minutos acumulados de demora y de permanecer 'a la escucha'. Es verdad que esa pequeña fanfarronada empresarial, la de tener a todos los operadores ocupados, tampoco es algo ante lo que escandalizarse, dadas las circunstancias; nos gusta presumir y hacernos los importantes, eso es todo. Pero es sintomático. Aquí y ahora, raro es el que no alardea de ser y tener más de lo que tiene y es. O de ocultar la realidad a base de disimulo y trampantojos. Y entre medias mentiras y verdades a medias se va construyendo un edificio equívoco que no es lo que parece. Eso sí, somo unos virgueros en el  arte de birlibirloque. Tanto que a veces resulta casi imposible distinguir dónde acaba la realidad y empieza la ficción. Aquí todos somos creativos. Quizá ese exceso de 'creatividad' sea uno de nuestros problemas.

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