lunes, 28 de mayo de 2012

mientras planchaba

Ayer domingo me pasé media mañana haciendo una cosa en lugar de otra. Tenía pensado ir a ver la exposición "Diego Lara... Be a Comercial Artist", en La Casa Encendida, pero a veces un imprevisto, un retraso de cinco minutos en el programa de la lavadora, una frase no invitada que se cuela en los diálogos de un matrimonio (nada bergmaniano, por cierto), un rápido cálculo mental aproximado del viaje de ida y vuelta en metro, con transbordo incluido, a la estación de Atocha o a la de Embajadores... En definitiva, un suma y resta que invita a cambiar de planes y renunciar al diseño gráfico de Diego Lara en favor de una babélica torre de camisas y de prendas varias a la espera de una mano firme y una tabla de planchar. Me resigné a ello, a ese cambio de planes, como un monje cisterciense cambiaría la oración por el trabajo en el huerto. Y así fue cómo, a la hora del ángelus dominical, yo  estaba pasando la plancha y el vapor por las arrugas más furiosas de una camisa blanca de lino: amplia, suelta, de cuello mao. Y fue ahí cuando, en un momento de mucha inspiración, empecé a imaginar una aventura en Manila años 20. La cosa daba comienzo en una fiesta de verano en la embajada británica. Yo tenía muy presente en mi imaginario el mundo y las páginas orientales de William Somerset Maugham. Pero fue planchando la manga derecha (hecha un higo, después de un año) cuando recordé la colección de postales sepia de Shanghai años 20 y 30 que me regaló una amiga bien querida tras un viaje a China. Aparqué la plancha y eché un vistazo a la colección de 18 Postcards of Shanghai Memories. De acuerdo, no era Manila, pero como localización cinematográfica y ambiente de época... me venía de perlas. Y a partir de ahí empecé a fantasear, y a vivir momentos y experiencias que hacían de la plancha un barco atracando en bahías soñadas, en islas tagalas o paradisíacas donde nunca habían oído el nombre de José Rizal. Y todo esto sucedía a eso de las 13.20 horas, 40 minutos antes de que diera comienzo en Antena 3 el Gran Premio de Montecarlo de F-1. Un pantalón ancho de lino azul marino muy arrugado, con cordones a la cintura, me llevó a imaginar mientras planchaba (aprovechando la clausura del Festival de Cine de Cannes) un paseo primaveral por La Croissette. También fantaseé varios minutos con alguna experiencia en el Hotel Martínez, tras una entrega de premios -años 80- en el  Festival de Publicidad. Y de ahí a mis bugatis preferidos, a mis tamaras de lempicka, no hay más que una ensoñación, un paso hacia la riviera italiana donde todo depende de una ruleta en Biarritz, de tomar unas aguas en Baden-Baden, de pasar un año escondido -antes de que se iniciara la grande guerre- en Marienbad.

5 comentarios:

  1. Jo Luis, que planchada más creativa, las mías son muchos más aburridas. C.R.

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  2. Gracias, C.R, una vez más. Cuando quieras te plancho un foulard de seda -a lo Sarah Bernhardt- y te leo unos versos muy decadentes de D'Annunzio, o algo muy vanguardista de Maiakovski, Marinetti o Apollinaire.

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  3. Así, cualquiera plancha...

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  4. yo no se si ponerme a planchar ya mismo o llevarme mi colada a tu casa para que me la planches y a ver que te evoca....

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  5. Animo, una quedada de plancha intelectual, que no se diga que las tareas del hogar no realizan, alguien más se apunta a la planchada poética? Luis como eres, puedes hacer poética una planchada y si te dejas, en grupo. C.R.

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