jueves, 24 de mayo de 2012

este libro que ahora tengo aquí

Este libro que ahora tengo aquí delante, junto al ordenador, me ha acompañado toda la mañana, de acá para allá. He leído unas pocas páginas mientras esperaba en el coche, aparcado a la sombra en una calle tranquila y arbolada. Tras un recorrido de casi una hora (entre ida y vuelta), el libro viajaba conmigo -línea 5 del metro- abierto por las páginas 90-100, hasta llegar a la estación de Gran Vía, momento en que volvió al interior del bolso con cremallera. Allí dentro ha permanecido durante algo más de una hora, mientras el musicólogo y folclorista Joaquín Díaz, sabiamente asistido por su hermano Luis, presentaba en la Academia de San Fernando la reedición -ahora en digital: tres CD's + DVD- de su histórico Cancionero de Romances. Ya de nuevo en el metro, viaje de vuelta, he sacado otra vez el libro para seguir leyendo hasta la página 111. Un libro no sólo es lo que leemos en él, sino cómo y dónde y en qué momentos y circunstancias lo leemos. Es bien sabido que cada lector, cada lectura, modifica el contenido. Incluso un mismo lector -es una obviedad, lo sé- cuando relee un libro veinte años después, en buena medida está leyendo una obra diferente a la de entonces. Ignoro hasta qué punto el africano que viajaba en el asiento de al lado en el metro (y echaba vistazos indisimulados, tratando de averiguar de qué iban la págs. 103-104) habrá condicionado mi lectura, pero estoy convencido de que los párrafos leídos hoy entre las estaciones de Ventas y de Rubén Darío resultarían algo distintos (por no decir muy otros) si los leyera este verano a la hora de la siesta, saboreando un café con hielo, en Tierra de Campos. En algún momento de la mañana y de la lectura he anotado una frase: "La piel de María brillaba como lo hacen las cosas bajo la lluvia, dueñas de su propia luz." No sé hasta qué punto esa línea de texto coincide o está relacionada con la última frase pronunciada hoy por Joaquín Díaz. Hablaba él de las canciones y de la memoria, lo cual tiene mucho que ver con el paraíso perdido. Y ha acabado diciendo algo así como (cito de memoria): "...cuando el Paraíso lo guardaba un ángel protector, llevando en una mano la espada de la memoria." Ángeles... Los ángeles me quitan el sueño, sí, pero también me hacen soñar. Gustavo Martín Garzo (GMG, tan amante del cine MGM) ha escrito un libro muy hermoso que habla sobre todo del misterio, y también de María, la madre de Jesús. Y no puedo evitar poner en relación a María con el negro del metro; o a la estación de Núñez de Balboa con la ciudad de Emaús. Pero este post tiene las líneas contadas; estoy hablando de un libro que lleva por título: Y que se duerma el mar. Viene de: "Quiero que duermas, niño; / y que se duerma el mar, que al fin se duerma / esa aflicción inalcanzable." Simónides de Ceos. GMG.

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