miércoles, 30 de mayo de 2012

juegos y libros

Hay juegos que siempre funcionan bien. Uno de ellos es este que en forma de blog ha puesto en marcha Babelia / El País: La aventura de vivir un libro. La pregunta es: "¿En qué libro te gustaría vivir?" Confieso que a los pocos segundos de entrar en el juego y pararme a pensar un título, he sabido que esa era una pregunta-trampa, un regalo envenenado, porque en realidad lo que nos propone es elegir un libro, uno solo, y renunciar a todos los demás. Y claro, eso es un premio a cambio de mil castigos, de mil renuncias. Demasiado perverso. Pongamos por caso que yo eligiera vivir en... París era una fiesta, por ejemplo. Pero ello implicaría renunciar a El gran Gatsby o a Suave es la noche (Scott Fitzgerald), a El talento de Mr. Ripley (Highsmith), a La llave de cristal (Hammett), a Adiós, muñeca (Chandler); renunciar nada menos que a Bomarzo (Mujica Lainez) o a Memorias de África (Dinesen) o a las Memorias de Adriano (Yourcenar); renunciar en fin a El gatopardo (Lampedusa), a La cartuja de Parma (Stendhal), a Lolita (Nabokov), a La esperanza (Malroux), entre otras mil y una historias irrenunciables. ¿Por qué un libro sí y todos los demás no? Los descartados me pedirían cuentas y explicaciones, convirtiendo mis sueños en pesadillas. Anna Karenina, Emma Bovary y Ana Ozores me acusarían de no entender nada de nada acerca del alma (psicología) y la sensibilidad femeninas; lady Chatterley me reprocharía cosas aún más humillantes para todo hombre heterosexual. Y eso por no entrar aquí en lo que dirían de mí los Maias, los Buddenbrook, los Finzi-Contini... Sobre mis sueños caería toda suerte de maldiciones y reproches. En Cumbres borrascosas -por poner solo un ejemplo- se me negaría la entrada para siempre, y Heathcliff  me habría prohibido acercarme, ¡por encima de su cadáver!, a Catherine. No habría pues descanso para mí. Cada noche un libro atormentaría mis sueños. Cada amanecer, un arrepentimiento, un maldecir haber leído, amado, fantaseado alguna vez con tal o cual novela, relato, episodio, página, párrafo, frase. Conclusión: no se puede (o al menos no conviene) elegir un libro para vivir en él. Si bien, en el caso improbable de que hubiere vida literaria más allá de la vida, y me viese obligado por Dios a elegir un libro, yo elegiría La Biblia. Pero toda ella, claro: desde el Génesis al Apocalipsis, con todo lo que hay por medio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario