viernes, 25 de mayo de 2012

en principio era el caos

"Algo quiere ser dicho pero las palabras se niegan" es un verso perteneciente al poema Bálticos de Tomas Tranströmer. Lo tengo aquí detrás, pinchado en el corcho, junto a algunas viñetas de El Roto, un soneto de Petrarca -ese que dice "No sólo la desnuda bella mano / que se viste con grave daño mío"-, alguna foto aparecida en la prensa, recortes de periódico, titulares, anuncios, cosas diversas acumuladas de manera arbitraria en un desorden que, con el tiempo, acaba adquiriendo un cierto sentido. Es curioso ver cómo lo que en principio era un caos -"Antes que nada nació Caos, después Gea (Tierra) de ancho seno, asiento firme de todas las cosas para siempre (...) De Caos nacieron Erebo y la negra Noche, y Eros, que es el más hermoso entre los dioses inmortales...", o al menos eso es lo que nos dice Hesíodo- pues resulta que ese caos va decantándose hasta alcanzar un orden insospechado que adquiere sentido, jerarquía y razón. De tal modo que la viñeta de El Roto en la que se dice que "la velocidad de las tinieblas es mayor que la de la luz" acaba dando un cierto significado a lo que afima Cristina García Rodero acerca de algunas de sus fotos: "Son instantes irrepetibles que mueren casi al mismo tiempo que nacen, obligando al fotógrafo a ser rápido como la luz." Y eso a su vez me lleva volando de unas cosas a otras, y de ahí a unos versos de Jorge Reichmann: "Aprendemos a encontrar nuestro camino en el bosque/ y luego aprendemos a perderlo con una clase de aprendizaje distinto." Pero antes de eso, según figura en el corcho (si vuelvo la cabeza), aparecen estas palabras del propio Reichmann que bien podrían haber sido escritas hace treinta años por Pedro Casariego: "Derrotados / que no se dan por vencidos." Y también aparece un verso clavado de Vicente Gallego: "Cuanto más me abismo más me asomo." Y todo esto hay que introducirlo en la coctelera -por cierto, muy bueno un twit oído en la radio esta semana: "Cuando me llegue el día de casarme, / prefiero que sea en la cama y sin enterarme."- y combinarlo debidamente con ese texto que todas las mañanas aparece en mi correo electrónico: "¿Buscas una persona con la que tomar un vino, charlar y... quién sabe lo que ocurrirá después?" Y luego me propone: "Haz nuevas amigas con las que jugar con Privacy en un club exclusivo". Si agito con acierto la coctelera, me sale un combinado tan fabuloso como sutil, tan poético como erótico, tan reivindicativo como hedonista. En otras palabras: siempre acaba saliendo lo que yo quiero. Pero también, lo que yo no quisiera querer. Ay, de mí. Y ya que has llegado hasta aquí, lector, lectriz, te haré un regalo que he visto esta mañana (ampliar foto): Viaje hacia el pasado de Italia | Cultura | EL PAÍS

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