viernes, 16 de marzo de 2012

de tres en tres

Con lo bien que funciona el número 3 en todos los órdenes de nuestra cultura, qué raro es que los humanos no terminemos de incorporar los tríos a nuestra vida amorosa o, si se quiere, meramente sexual. Algo tan nuestro como el pódium es cosa de tres (1-2-3); las delanteras de leyenda las nombramos de tres en tres: Pelé,Tostao y Rivelino, por ejemplo; Di Stefano, Puskas y Gento, por antonomasia; Xavi, Iniesta y Messi, porque hay que quitarse el sombrero; pero también cultivamos las tríadas de adjetivos: aquel Madrid de Valle Inclán "absurdo, brillante y hambriento", y aceptamos como algo propio y natural Las tres gracias, la genial Uno, dos, tres, de Billy Wilder, los Tres tristes tigres; asimismo, el tríptico como formato artístico; los tres movimientos de los conciertos barrocos, allegro, adagio, allegro; la estructura clásica de la novela: planteamiento, nudo y desenlace; la definición que de ella dio Delibes: "un hombre, una pasión, un paisaje". Y así podríamos seguir indefinidamente. Pues bien, lo que funciona por tierra, mar y aire resulta que nos está vedado. Pero, vamos a ver, ¿quién, cuándo y por qué lo prohibió? Y ojo, no estoy diciendo que el trío haya de ser necesariamente la salvación de la pareja; no, no lo creo, al menos no por ahora. Lo que intuyo es que, al igual que muy de cuando en cuando nos permitimos un exceso y nos vamos a cenar por todo lo alto, o nos hacemos un viaje de los que no se olvidan, pues de igual modo podríamos darnos el gusto una vez al año o dos (aniversario de boda, solsticio de verano, final de la cuaresma) para montarnos toda la noche un trío del copón de la baraja. Y aquí paz y después gloria. Estoy convencido de que, tras la experiencia, nos querríamos más. Igual que cuando regresamos de un paseo por Londres; o de una visita demorada a la Galería Pitti, en Florencia; o de un estreno (viernes, noche) de Woody Allen. Y en esos casos nos queremos más porque tomamos (más) conciencia de que la vida es breve y los placeres efímeros. Conclusión: incluso los más audaces o modernos o atrevidos son (somos, si se me admite en algún apartado) muy muy muy pudorosos, tímidos, inseguros. ¡Con lo bien que podríamos pasarlo cuatro o cinco veces al año (vale, dejémoslo en tres) sin hacer mal a nadie ni poner en peligro la zona euro ni la cultura de Occidente! No. No es fácil entender hoy estas limitaciones numéricas. Lo normal sería que nueve de cada diez fuésemos miembros de la orden trinitaria. Pero todo llegará, como llega el alba tras una larga noche de insomnio y de horas muertas. Aunque eso -ya lo sé- no lo verán estos ojos míos. Lástima. Hoy se estrena una película de Martínez Lázaro sobre el tema: La montaña rusa. Miedo me da.

2 comentarios:

  1. Mi número favorito siempre ha sido el 3. Tengo tres hermanos a los que adoro; nací el 3 del 3 del 63; hablo dos idiomas y con el mío son tres; he hecho tres viajes en la vida inolvidables y mis mejores años fueron los tres que viví en París allá por 1993; ahora bien, solo pensar que me propongan hacer un trío y soy capaz de hacer tres cosas: 1)negarme en redondo, 2)abandonarle y, en venganza, elegir yo a dos jóvenes desconocidos, y 3)dejar de hablarle durante tres días y de amarle durante treinta y tres noches.

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  2. A mi la idea en principio me "sulibella". Daría emoción a la relación. Sería un extra, como cuando vas a comer fuera y, de vez en cuando, pides un vino excepcional. Los días previos habría una mayor comunicación con tu pareja, valorando los pros y/o contras de los candidatos, elucubrando sobre sus habilidades amatorias e incluso calibrando "a ojo" sus cualidades. Aunque también es cierto que podría ser motivo de discusión, pues llegar a un consenso sobre el/la candidat@ idóne@ sería tarea harto complicada. Además otra cuestión que se me ocurre: el tercero sería siempre del mismo sexo o se alternaría. Quizás para evitar estos inconvenientes, una vez encontrado un candidato que satisficiera a ambos, se podría convertir en partícipe fijo del trío. Pero... entonces... después de los primeros encuentros...¿la monotonía no volvería de nuevo a instalarse en nuestra vida sexual?

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