miércoles, 14 de marzo de 2012

cóctel

O 'cocktail', según los gustos. En io, la agencia de marketing y publicidad en la que he trabajado durante los últimos ocho años, teníamos una sección virtual y un espacio real que denominábamos 'coctelerío': un elegante combinado de ocio y creatividad. Sin duda fue el territorio en el que me sentí más a gusto. En él ejercía yo de barman, viniera o no a cuento: servirle a cada uno la copa a su medida, y darle a cada cual la mejor conversación, aquella que el transeúnte no espera, mira tú por dónde. Soy pues casi un experto en cócteles de palabras e interludios (o tierra de nadie entre ocio y negocio). Por eso me animo ahora a ponerme detrás de la barra y agitar la coctelera con las lecturas más recientes. Citaba ayer Vila-Matas (en conversación con Marcos Ordóñez) una frase brillante de Julie Bennett: "la gran fuerza de Dylan ha sido no estar nunca donde se le esperaba." Por cierto, ¿Julie Bennett la actriz, la guionista, quién? Con esa base en la copa, puede añadirse al combinado un chispazo seco y duro de Norman Mailer: "El estilo -afirma- es el conjunto de decisiones sobre qué palabra es valiosa y cual no en cada frase que escribes." Es como para grabarlo en el frontispicio del Capitolio. Pero el buen barman tiene la intuición de los grados y las dosis, de los licores fuertes y los sabores dulces, de los golpes fríos, de las gotas de angostura. Por eso viene ahora a cuento una frase muy de pub inglés de Manchester o Liverpool que firma John Carlin: "El fútbol es alegría y consuelo. Alegría para todos y consuelo para los jodidos de la tierra." Pero es verdad que hay jugadas de principio a fin, canciones de amor, escenas de películas, capítulos enteros que nos hacen dudar entre la realidad y la ficción, entre lo que es y lo que debería ser... al menos por un rato, por todo cuanto cabe entre dos parpadeos. Entretanto me da tiempo a pensar en Louis Vuitton, en Prada, en Gucci, en Nike, en Apple, en Nespresso. Y también en las perfectas copias de estos. He leído en Millás: "Nada resiste la comparación con el original, ni siquiera nuestra vida verdadera, que es la versión fallida de la imaginada." La pregunta surge sin remedio: ¿en qué momento abandonamos las obligaciones del original y aceptamos ser (o pasar por) nuestra copia menos necia, menos fea o torpe o a destiempo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario