martes, 20 de marzo de 2012

cuando nadie nos oye

Tranquilos: no voy a dedicar este post a comentar el famoso vídeo de Loewe, una especie de Amo a Laura con bolsos de lujo; bastante comentado está ya en las redes sociales, internet, televisión, etc. Además, no soy target de Loewe, no lo he sido nunca, y, por el camino que voy, me temo que no llegaré a serlo. De todos modos, lo mejor y más creativo de esa campaña está en algunas de las muchas parodias a que ha dado lugar. Y a otra cosa: hay veces que hablar solo es para evitar un minuto de silencio. Creo que somos muchos los que hablamos solos en la intimidad (sin que necesariamente tengamos que estar como cabras). Ahora también Javier Cercas ha confesado al fin ser uno de los nuestros. La vieja coartada de que hablar solo es 'pensar en voz alta' no deja de ser un recurso para hacernos perdonar una supuesta chifladura cuando nos pillan in fraganti hablando para nadie. No. Es mucho más que pensar en voz alta: es proclamar una verdad que no podemos guardarnos por más tiempo; es un quitarnos la mordaza y gritar nuestra rebeldía frente a la omertá siciliana, la ley del silencio; es un acto de fe en la palabra pronunciada a conciencia; también es un gesto de delicadeza para no ofender a nadie; es un ejercicio de autoafirmación oral, de dejar las cosas claras y poner a cada uno en su sitio; es, en fin, la consecuencia de una lección antigua en la que nos reafirmamos una y otra vez: que nadie nos escucha como nosotros mismos. Hace tiempo escribí aquí un post titulado cuando nadie nos ve, como la canción. La ausencia de testigos da mucha tranquilidad y hace que afloren cosas que de otro modo permanecerían condenadas al ostracismo. Cuando nadie nos oye somos libres para decir de viva voz barbaridades tan atroces que (mejor no cito ejemplos) nos llevarían al banquillo de los acusados; o cursilerías de tal calibre que nos condenarían a escuchar día y noche De niña a mujer, ¿Y cómo es él?, Un beso y una flor, casi todo Laura Pausini, alguna cursilada enorme de Michael Bolton, el piano en almíbar de Richard Clayderman, la inefable Te voy a escribir la canción más bonita del mundo, a cargo de La Oreja de... no hace falta decir quién. Por suerte o por desgracia, todo eso queda registrado en los archivos del aire. La pregunta surge inevitable: ¿la ausencia de testigos nos hace más libres... o sólo más impunes? ¿Y si ambas cosas fuesen lo mismo? No lo sé. Creo que debería volver a ver el vídeo de Loewe y reflexionar un rato sobre ellos. Y sobre ellas. Aunque hace décadas que nos dejaron claro en el colegio, y luego en la facultad, que las palabras tienen 'género', y la personas, por suerte, tenemos 'sexo', si bien a veces sea un sexo raro, epiceno, anfibológico.



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