martes, 24 de julio de 2012

un grande de españa

Creo que ya alguna vez he dejado aquí constancia de mi fascinación ante los impostores. Los buenos, claro, los que hacen de su impostura una obra de arte. Y eso requiere, además de otros méritos, ser a la vez un guionista insuperable y un consumado actor que interpreta como nadie sus propios guiones. Hacerse pasar por quien no se es genera sin duda ese alto grado de excitación que roza con el vértigo. Y quizá sea esa la droga sin la cual la vida carecería de interés para el auténtico impostor. Viene esto a cuento porque anoche leí una noticia con verdadero "regodeo en la concupiscencia". Atentos: Jacinto Rosellò Solivellas durante 20 años ha ejercido, al parecer con gran éxito entre la alta sociedad, el papel de príncipe Corsini de Sismano Borbón-Parma, si bien en ocasiones le daba descanso a ese título para dar entrada en escena (triunfal, claro está) al conde de Oleaza. Pero que nadie piense que ha sido un figurón sin más. Nada de eso. Su talento para la falsificación le permitió inventarse un currículum deslumbrante bien documentado, con supuestos trabajos para  firmas tan glamourosas como Oscar de la Renta o Valentino, o pasar por ser inversor privado de, por ejemplo, Alicia Koplowitz. Todo esa impostura le llevó a ocupar puestos directivos en American Express, Merrill Linch, Credit Suisse... o a cenar con 'sus primos' los Príncipes de Asturias. Y, naturalmente, nuestro hombre no podía faltar en los top ten de "los españoles más elegantes" en las revistas de moda. Ya le estoy viendo moverse como nadie por los palacios más aristocráticos y los altos despachos de las finanzas internacionales. Un amable gentleman de irreprochable buen gusto, un Grande de España al que se le ve de lejos la nobleza de la cuna y la exquisita educación en los pequeños detalles. Esa mezcla de talento, elegancia y desfachatez le ha llevado a aparecer en la portada del New York Times, nada menos. No queda claro si algún periodista  le seguía en silencio los pasos o ha sido el propio Jacinto Rosellò quien lo ha revelado alegremente (no gratis, se entiende) a la revista Vanity Fair. Dadas las actuales circunstancias -los mercados, la prima de riesgo, los hombres de negro, etc- creo que España necesita urgentemente hombres de recursos como este genial impostor capaz de hacer auténticos milagros (o falsos, qué más da) en Madrid,  Bruselas, Berlín... Y entonces, en agradecimiento a los servicios prestados a la patria por nuestro príncipe apócrifo, Su Majestad le concedería los títulos reales de príncipe Corsini de Sismano Borbón-Parma y conde de Oleaza. Sería perfecto.


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