jueves, 5 de julio de 2012

relato de verano / 2

En el capítulo anterior habíamos dejado a Ginés Barbadillo con un gintónic en la mano, celebrando el regreso a casa de su vecina Treinta y Tantos tras largas semanas de ausencia. De acuerdo que TT no había vuelto a exhibir sus artes más acreditadas desde muchos meses atrás, pero durante todo ese tiempo ello no evitó que Ginés, con sólo verla cruzar el salón un instante, o saber que ella estaba allí, sintiera una especie de gratitud retrospectiva por las inolvidables noches de gloria que le había brindado aquella chica encantadora a la que conocía como la palma de su mano, a pesar de no haber oído su voz ni estado nunca a menos de 50 metros de ella. Y tampoco es que él lo deseara, pues tenía el convencimiento de que si pasaban a otro nivel de relación más convencional, todo acabaría echándose a perder. Si la fórmula había funcionado, ¿por qué cambiarla? Esa noche del regreso, domingo, Ginés repasó los tiempos felices y los episodios más excitantes que TT le había regalado desde poco después de que él viniese a vivir en este piso del Barrio de Salamanca. Con sólo evocarlos en la oscuridad fue suficiente para que un onanismo lento, casi no deliberado, se abriera paso como un largo adagio en el silencio de la noche estival. Han pasado uno, dos, tres días sin novedad en el apartamento de enfrente. Pero eso es casi lo de menos para Ginés; lo realmente importante es que ella está allí, y el solo hecho de ver las persianas levantadas y el salón iluminado ya es motivo de alegría. Y de esperanza. Al cuarto día, jueves, ya de noche, Ginés observa que el espejo de dos metros de alto, aprox, ha cambiado ligeramente de posición, aunque no de emplazamiento: ahora aparece no ya frontal sino levemente girado hacia la izquierda. En él detecta algo en lo que no había reparado: en la parte inferior derecha hay lo que parece una etiqueta adherida. Puesto que no tiene nada mejor que hacer, se dirige a l'osservatore romano para ver en detalle desde el telescopio de altas prestaciones el PVP y acaso el nombre y dirección del lugar de compra. El desuso prolongado le ha hecho perder destreza en el manejo del zoom, el foco, el croma y demás, pero no tarda demasiado en acercarse al espacio donde aparece el recuadro de la supuesta etiqueta. Advierte que en realidad es un post it de color rosa del tamaño de casi 1/4 de folio, calcula Ginés. El texto se ve muy borroso. Tiene que ajustar mucho mejor el foco para poder leerlo. Tras sucesivos ajustes y pruebas, aparecen varias líneas escritas a mano en rotulador azul. Ginés lee despacio, pronunciando cada sílaba: "¿cuánto tiempo, no? Mañana viernes, después de la peli de Paramount Channel, me puedes ver aquí, a través del espejo." Y debajo, subrayado, un nombre: "Alice". (Continuará)

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