miércoles, 25 de julio de 2012

novias

En el post del lunes -entre el pudor y la impudicia- defendía yo algo así como que por sus casas los conoceréis. Aunque, como dicen los abogados en las películas, 'no es menos cierto' que si conociéramos a las novias o amores que ha tenido cada uno podríamos hacernos una idea cabal de cómo es él, o ella. Y si sabemos cómo es, estaremos muy cerca de saber quién es. Más que nada por aquello de dime con quién andas... y te diré con quién vas. Hoy estoy simpático, ya se ve. Pero es verdad que los gustos y las querencias nos delatan incluso más que las opiniones, las valoraciones, los juicios. Cuando se habla de esta cuestión siempre hay quien se hace el listo y afirma que todo hombre busca una y otra vez a la misma mujer en distintas mujeres, novias, amantes, etc. Se sobreentiende que toda mujer hace lo mismo, claro. Es una tesis facilona y pegadiza que se coloca en cualquier sitio y suscita el asentimiento con la misma facilidad. Yo no la comparto, y además no me apetece compartirla. Prefiero creer que soy algo más complejo, y no tan unívoco. Ahora bien, si un tipo insiste una y otra vez en tener amores que en todos los casos son chicas de silueta intercambiable, busto californiano, mechas rubias, gabardina y gorrito Burberry, copita en Keeper, forfait en el ski resort de Baqueira, y, casualmente, todas viven en la zona de El Plantío / Aravaca / Pozuelo... Pues blanco y en botella: a ese businessman le espera Lladró nada más entrar en casa, en el aparador del hall, y después la bailarina sobre la chimenea y el doble cisne de mamá como centro de mesa. Así las cosas,  yo buscaría una buena coartada para superar los controles de acceso a la urbanización, el circuito cerrado de videovigilancia las 24 hours, la clave personal de cuatro dígitos... antes de ensayar el gesto de rutinaria complicidad con el vigilante uniformado de turno. Y todo ello a fin de introducirme en la vivienda -cuando ellos estén en Banús- con un buen martillo para hacer añicos hasta el último lladró. A cambio, como muestra de buena fe y generosidad, dejaría sobre la mesita baja, delante del blanco sofá Divatto, un pañuelo de seda que no sea de Channel, un perfume no de Issey Miyake, un poema (no en prosa) en el que se invitaría a abandonar a ese marido tan repetitivo y recuperar antiguos novios más románticos, si los hubo. Y si no los hubo, quitarse las mechas, tomar unas copas en Chueca, viajar lejos... y dejarse encontrar por el hombre de su nueva vida. Y todo ello en sólo catorce versos. Dieciséis, si llevan estrambote. Ya sé, el tema da para más, pero el aforo está completo.

2 comentarios:

  1. Por sus faltas los conoceréis. Te has delatado, reconoce que el tema del esquí no lo dominas, de hacerlo no habrías escrito "Vaqueira con V".
    Un saludo de una admiradora.
    Ps: me encantó el post del lunes, es genial.

    ResponderEliminar