miércoles, 11 de julio de 2012

relato de verano / y 4

La tres gruesas gotas de sudor que han resbalado desde la sien de Ginés hasta formar un triángulo en la misma baldosa del suelo de l'osservatore romano no han impedido que él se demore en la contemplación de esa ingle, ampliada por el zoom, y que ahora no duda en calificar entre dientes de "nacarada". Esa pequeña concavidad es el lugar donde Ginés, si pudiera, se quedaría a vivir. Desde ahí tiene a un paso de lengua y de labios el paraíso perdido hace muchos meses, la tierra prometida donde manan ríos de leche y miel. Y hasta ahí puede ver a través del espejo y con la ayuda  inestimable del aparato de altísimas prestaciones. Gracias a él, la mirada de Ginés sube y baja  y vuelve subir desde las uñas del pie hasta la mismísima ingle, deteniéndose aquí y allá, recreándose en el paisaje como sólo un voyeur puede hacerlo. El resto del cuerpo de ella queda oculto, fuera del campo de visión que el espejo reproduce. La mano diestra que hace un momento extendía el esmalte rojo, ha desaparecido del espejo. Piensa Ginés que acaso esté ella dejando secar la pintura, y se pregunta cuál será el siguiente paso que dé TT. Necesita urgentemente un pelotazo de bourbon a palo seco. Abandona su puesto unos segundos para ir a la cocina y beber directamente de la botella con ansiedad malsana. El efecto del trago seco y duro se deja notar primero en la garganta, a continuación en el estómago, después en el cerebro. Ya de regreso en l'osservatore, descubre que se han producido novedades: TT ha cambiado ligeramente de postura, girándose un poco, de tal modo que ahora puede verse, siempre en el espejo, hasta la 'línea alba' del pubis. Ginés contiene la respiración cuando descubre ese territorio y aparece en escena una mano fugaz esgrimiendo una navaja de afeitar como las de los antiguos barberos. Ha sido un visto y no visto, algo tan breve que ahora duda si era la mano de TT o no. Siente la necesidad imperiosa de un nuevo pelotazo.Y de los grandes. A su regreso, calma total en el escenario. Confía en que ella sólo se rasure uno o dos milímetros, no más, de ese precioso vello púbico, tan amado por él.desde los buenos tiempos de la mejor TT exhibicionista. De pronto, en el silencio de la noche, algo parecido a un grito se ha dejado oír en el patio de manzana. Pero ha sido un grito como apagado, sofocado; para Ginés, ese semi grito o acaso gemido podría ser tanto de susto como de dolor o incluso de placer. Pero hay algo raro y oscuro que aparece resbalando desde la ingle, muslo abajo. Abre un poco el campo de visión y comprueba que es un hilillo de... Observa que tiene el mismo color del esmalte de uñas; pero también es el color de la sangre. A su cerebro regresa, como un flash, la mano apenas vista y la navaja barbera. En un gesto instintivo, Gines cierra los ojos y se lleva las manos a la cabeza.  No quiere creer lo que está pasando por su mente. Trata de reflexionar a toda velocidad. Tiene la frente bañada en sudor. Cuando vuelve a abrir los ojos y aplicarse al teleobjetivo, la persiana levantada de allí enfrente está bajando, bajando, bajando... 

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