jueves, 7 de junio de 2012

a propósito de bradbury

Anoche leí este titular de hoy: "Ray Bradbury viste de luto Marte." Lo firma Jacinto Antón en El País. Me pareció un homenaje muy poético al autor de Crónicas marcianas. Con ese libro tengo una historia personal: llevo media vida no leyéndolo. Mi amigo Luis Ángel Lobato, poeta, cinéfilo incurable, me habló de él hace mil años con pasión futurista. En nuestras frecuentes conversaciones rara vez no sale a relucir ese título ya legendario, y siempre acaba preguntándome, no sin temor: "¿pero... todavía no lo has leído?" Muevo la cabeza con fatalidad y él baja la mirada y guarda silencio, entre avergonzado de ser mi amigo y abrumado ante el misterio de que un tipo como yo no haya leído media docena de veces esa OMA -Obra Maestra Absoluta-. Cada vez que eso sucede, me arrepiento de mi imperdonable pecado y hago firme propósito de enmienda, entre otras cosas para no volver a escandalizar a un alma noble y generosa como la de mi amigo. Y sin embargo, por algún motivo que desconozco, sigo sin haber leído esos relatos maravillosos que, con toda seguridad, me van encantar (si algún día llego a leerlos). Pero hay una pequeña trampa en todo esto: la esperanza, la tranquilidad que nos da tener por delante ciertos libros sin leer. Es algo así como quien sabe que, por mal que vengan las cosas, siempre tendrá una granja en África, un tío en América y un palomar en Tierra de Campos. Yo sé que, en los inviernos más crudos, podré darme el lujo de empezar a leer por vez primera libros como el citado de Bradbury, y algunos otros que, ni aplicándome el tercer grado, nunca confesaré no haber leído. La semana pasada citaba Vila-Matas un clásico de Pierre Bayard: Cómo hablar de los libros que no se han leído (Anagrama). Rizando el rizo: yo no he leído ese libro, pero, como soy algo creativo, y por ende bastante embustero, voy a seguir haciendo como si lo tuviese por libro de cabecera. El propio Bayard, aprovechando el viaje, ha publicado recientemente (sostiene Vila-Matas en su artículo) Cómo hablar de lugares donde no hemos estado. Me lo pido. Desde muy niño he viajado más que la Renfe. Ahora, a mis cincuenta y tantos, dado que duermo poco, viajo más que nunca, visito lugares que nadie se imagina, me pasan cosas que nadie creería, conozco mujeres tan deslumbrantes que ningún tribunal aceptaría como testigos. Ni como testigas. Y puesto que soy un... aceptable marido, o eso quiero creer, y un padre de familia que imita de manera descarada, aunque infructuosa, a Atticus Finch (Gregory Peck en Matar un ruiseñor), pues creo que debo poner fin a esta juerga, a este post de hoy que, si me dejo llevar, acabaría como las bacanales en los tiempos del Imperio Romano en que, según Yourcenar, el hombre estuvo solo, sin dioses. Qué buenos tiempos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario