lunes, 11 de junio de 2012

chapeau, roland garros

De ayer domingo me quedo con una imagen muy estilosa: los sombreros en las gradas de la final de Roland Garros. El realizador nos fue regalando variados planos de esa imagen tan sugerente, tan evocadora: los blancos sombreros panamá con cinta de color tierra batida. Es verdad que Wimbledon está muy bien, y conserva un aire muy british, casi a lo Downton Abbey, que invita a evocar, tras un elocuente break point, las pamelas más encantadoras aparecidas en las últimas carreras de Ascott (Berkshire), así como los cotilleos más exclusivos que han circulado por la tribuna del Grand National el pasado abril. Todo eso está muy bien, qué duda cabe, y Mrs. Dalloway, también. Pero, claro, para nosotros, los continentales, ese mundo sutil y casi evanescente no deja de resultarnos algo exótico, como de una India que hubiere al otro lado del Canal. Sin embargo, en Rolang Garros no sentimos más 'como en casa'. Ayer, desde el sofá, observando entre juego y juego esos sombreros panamá y esas marcas de toda confianza -Perrier, Lacoste, Longines, BNP Paribas...- me despreocupé del rescate y de Bankia y de Guindos y del favor que le hemos hecho a Bruselas aceptando ese préstamo, esa línea de financiación que... si no fuéramos tan generosos.... Los españoles, ya se sabe, siempre tan románticos, tan quijotes. Somos incorregibles. No diré que todo eso carece de importancia, pero es verdad que se desdibuja o desvanece comparado con ese espacio de confort que nos lleva de Lacoste a La Costa Azul, de Longchamp a los Alpes suizos, de Deauville a Tansonville, de Marion Cotillard a Moët Chandon, de Saint Moritz a Saint Tropez, de una riviera a otra riviera, de un Cartier a un Jean Paul Gaultier. Está muy claro: un descapotable europeo -ver última feria del automóvil de Ginebra- siempre será más seductor que lo que nos imponga o trate de imponer... Y aquí lo dejo necesariamente: acaba de reanudarse en París la final interrumpida ayer por la lluvia entre Nadal y Djokovic. Quince iguales en el cuarto juego del cuarto set. Allez-allez, Rafa!

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