miércoles, 6 de junio de 2012

delvico vuelve

Después de tantos años no solo es el título de una excelente película, también es algo que me pasó ayer al recibir los correos de dos antiguos compañeros, concretamente de la agencia de publicidad Delvico Bates, últimos años 80. Trabajábamos en Hermosilla esquina Velázquez, íbamos a fiestas, ganábamos premios, lo pasábamos bien. Yo estaba muy soltero por entonces. Llevábamos Carlsberg, Mercedes Benz, Vichy, Deward's White Label, Skol..., bueno, y también DIA, Autoservicio Descuento, que se lo manejaban de maravilla Quique Astuy y Fernando Bayona, los cuales constituían por sí solos una especie de departamento creativo dentro del  Dpto Creativo. Quique era silencioso y sonriente, además de conseguir que la eficacia pareciera la cosa más normal del mundo. Bayona no solo tenía oficio, mucho oficio: también  tenía la risa fácil y la gracia por arrobas. María Usera estaba entonces en Recepción... y en todas partes; chica lista, guapa, divertida, con una bonita prosodia y una de esas miradas que invitan a sonreír y a jugar a juegos de inteligencia. De Casilda Rodríguez me enamoraba todas las mañanas; era efébica, dulce, algo irónica, tenía una mirada llena de asombro, entre  miope y soñadora, y sus ojos eran de un azul egeo: dos islas griegas. Tardé 20 años en volver a ver ese mismo mar en otros ojos. Mauricio Dédalo era pintor y de Sao Paolo. La calma en persona. Tiraba los layouts (el esquema del diseño, la distribución) como no he visto a nadie hacerlo. Le recuerdo con mucho afecto. Julio Sierra era moreno, delgado y sarcástico; bastaba con mirarle a los ojos muy vivos para saber que le gustaban su oficio y las mujeres inteligentes y bellas. O viceversa. Cuando alguien le preguntaba rutinariamente "¿cómo estás, Julio?", él respondía: "mal, como siempre." Mena Benatar nos daba cada día una lección de humildad; era la prueba viviente de que poder y arrogancia no tienen por qué ir unidos, y que inteligencia y discreción suelen coincidir. Ana Hidalgo. Ufff, Ana Hidalgo. Lo tenía todo: guapa, rubia, brillante, divertida, profesional, con sentido del glamour... Tenía una frase definitiva (y definitoria): "si surge, surge; y si no, se provoca." También hace 20 años que no la veo. Susana Bernardini era una de esas mujeres que caminan del puente a la alameda con todo el azúcar y el arte del mundo. Daba gusto verla reír. Y es verdad, lo juro, que "en sus caderas no se ponía el sol." Y Rosa, Jimmy, José Manuel, Paco, Lía... e tutti quanti, amén de la severa señora (imperdonable no recordar ahora su nombre) que pasaba cada mañana con el carrito del café y los churros... Y, por supuesto, luego y siempre y antes estaba la mirada más intuitiva, guasona e inteligente del mundo publicitario:  la mirada de Stanley Bendelac.

6 comentarios:

  1. Leyéndote he recordado por qué siempre me pareció que el oficio de copy te quedaba corto de mangas.

    Ah, y la señora se llamaba Azucena, hermoso nombre y algo severo también, como la portadora.

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    1. 'Azucena'. Gracias, Quique. No te imaginas la de vueltas que le he dado hasta no encontrar ese nombre. Pero ya sabes que la Memoria era la espada con la que el ángel protegía las puertas del Paraíso. Es broma. Nos vemos. Luis.

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  2. Lo has clavado, cabrón. Que bueno eras y que que bueno sigues siendo.
    Un ex.

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  3. Jo ,Luis qué bonito !!!
    Además se nota que lo has escrito con mucho cariño hacia toda la agencia .
    La verdad que fue una época preciosa y allí nos encontramos con una gente muy especial.
    Me temo que no me va a dar tiempo para hacerme un lifting antes del jueves,
    o sea que si después de 20 años me ves horrible ,por favor miénteme ja-ja.
    qué ganas de veros a todos :))))))

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    1. En este momento estoy en Corporación Dermoestética y las doctoras no me permiten escribir ni una palabra más. Son unas déspotas, unas tiranas que... lo siento, Anita, me llevan, me...

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  4. Luis, sales envuelto en brumas de nostalgia. Te conocí algo después de la época que narras, primeros noventa. Eras brillante, poeta, melancólico, irónico, perezoso. Ésto último no es un insulto, sino un halago.
    Conozco a la mayoría de los que citas, de Delvico, fui cliente y empleado del Grupo, antes de ese tiempo.
    Había otra Usera, más lista, más guapa, más introspectiva, con la mirada verde albahaca, y piernas de bailarina.

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