martes, 26 de junio de 2012

donde las palabras

A mí me pierden las palabras. Siempre me han perdido. Por unas palabras bien puestas soy capaz de casi cualquier cosa con tal de colocarlas en su sitio, aunque ello sea un mal negocio para mí o no traiga nada bueno a mi reputación. Unas bellas palabras me llegan siempre al alma, aunque sean mentira, porque en las bellas mentiras hay mucha verdad, eso es lo cierto. Uno de estos días he leído en el blog cultural Papeles perdidos un post en el que Winston Manrique cuenta que el Instituto Cervantes ha celebrado el Día del Español en todo el mundo, y, como ya viene siendo costumbre, nos invita a elegir nuestra palabra preferida. En esos juegos siempre suelen ganar las mismas: paz, amor, libertad, amistad, justicia... Lo que triunfa en estos casos es el concepto, el contenido, no la palabra en sí, que es precisamente lo que a mí más me gusta aspirar, acariciar, saborear. No sé si ya lo he contado aquí o en otro sitio, pero entre mis favoritas están 'concupiscencia' y 'jitanjáfora', 'muérdago' y 'frambuesa', 'lapislázuli' y 'austrohúngaro',  'Taormina' y 'Marienbad', 'Tombuctú' y 'Madagascar', 'Antofagasta', 'Bucaramanga', 'leopardo, 'ensueño', 'arcángel', 'aire', 'azul', 'luz'. Por algún sitio debo tener unos pequeños textos que escribí a partir de cada letra del abecedario. Empecé por la Z. Era muy breve, por eso lo recuerdo; decía así: "tal vez la luz zurea en el azul de los zafiros." ¡Si pudiéramos vaciar de contenido las palabras, para luego llenarlas a nuestro antojo! Yo llenaría, por ejemplo, la palabra 'látigo' de relámpagos y orgasmos; el término 'palacio' estaría habitado por tigres y palmeras y música barroca de Scarlatti; todo el campo semántico de la palabra 'muerte' lo convertiría en un oasis donde mana y corre el agua fresca, o en la orilla de un río donde viven las ninfas de cabellos de oro y los hombres se mezclan y confunden con los dioses, las bestias, las estrellas... Y así podríamos seguir hasta el final de los tiempos, y hasta la última palabra del diccionario, para, a continuación, volver a empezar.

2 comentarios:

  1. Los libros de Jesús Marchamalo están llenos del mismo amor. Hay uno pequeñito que se titula "No hay adverbio que te venga bien", escrito junto a Mario Merlino que es pura golosina: "Otra palabra que no me gusta nada es espetar. Suena a mecanismo explosivo: espetó. A granada de mano: coges la palabra, la sujetas con fuerza en la mano, quitas el pasador con los dientes, la arrojas lo más lejos posible, te proteges, y esperas. Uno, dos, tres, cuatro...
    No se ha oído porque la he tirado lejos. Pero desengáñate: ha espetado."

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  2. Hola, Luis, te he descubierto a través de mi amiga Mª Jesús Prieto y me está gustando cómjo escribes. Al leer esta entrada me he acordado de lo que escribí hace un tiempo en esa misma línea que apuntas:

    Palabras y palabras

    Frente a palabras sonoras, bellas y luminosas, como amanecer, caracola, mar, arco iris, gaviota, Madrigal de la Altas Torres, Villalba de los Alcores, beso, buenos aires, calambur, manantial, girasol, rododendro, cóndor, solidaridad, jacarandá, libélula, carámbano, magnolia, trampantojo, bambalina, tulipán…, O cuidamaba, gocespasmos, blancamarillez, lloraullando, brincalegre (el brincalegre de los recreos), que uno a mi serie de palabras sonoras, bellas y luminosas, en homenaje a este gran escritor tan poco conocido por estos nuestros lares: Julián Ríos en Cortejo de sombras.

    … palabras grises, de sonoridad casposa y luz opaca: rebuznar, zarandaja, paparruchada, cáspita, Cagarruta de Abajo, coz, caraculo, cucaracha, jilipollas, córcholis, leguleyo, prócer, otrosí, gazmoñería, putrefacto, mondongo, perorata, hemorroide, cazurro, papanatas…

    Saludos

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