martes, 12 de junio de 2012

ángeles de mi parte

Los ángeles se ponen de mi parte. Cada vez que algo me indigna o me deprime, llega un ángel en forma de azar y me regala una estrella imprevista. Cada día nos sobran más motivos para enfadarnos seriamente, pero, por una especie de ley de la compensación, parece que los ángeles pusieran regalos al alcance de mis ojos, a fin de evitar que yo acabe siendo, contra todo pronóstico, un tipo revirado lleno de furia y ruido. Regalos que suelen convivir con la belleza y la emoción, con la sonrisa, la broma, el juego, los placeres... todo aquello que nos hace la vida más amable. Como un centinela muy alerta, suelo despertarme con las primeras luces, casi antes del amanecer. Es la hora del silencio más limpio. Y en esos espacios navegables discurren los primeros y mejores pensamientos del día. Mientras mis hijos duermen, el mundo está en orden. En la penumbra de esa primera hora de junio, miro a la mujer que duerme a mi lado y... casi que contengo la respiración para no robarle el aire que respira. Soy consciente de que dispongo de una hora (y ni un minuto más) para disfrutar de esta calma, esta belleza observada en silencio, este bienestar recién amanecido. Me siento bien, aunque un poco ladrón. Tan a gusto me siento que, en el viaje que va de las siete a las siete y cuarto, me voy quedando dormido. Siglos después, minutos después, me despiertan las cotizaciones de las bolsas de Oriente en Tokio, Singapur, Hong Kong... y de todo cuanto ha sucedido mientras dormíamos y soñábamos con aquello que nos hacía sentir inquietud o placer. Placeres que unas veces son incomprensibles y otras inconfesables. Ya sé que es una obviedad, pero yo no respondo de las historias que sueño ni de aquellas en las que soy soñado. Luis Cernuda sabía algo de esto. Pero resulta que entre furia y ruido de noticias a las 7.30 en la radio, algo conspira en la celeste jerarquía para que yo acabe llegando, una o dos horas después, al blog de Alejandro López Andrada y me encuentre con un prodigio (un ángel más) titulado el espacio. Y ahí se me acaban todos los graves enfados, y todas las ganas de ser malo y hacer justicia, aunque sea solamente una vez. Alejandro contribuye a que intentemos vivir, como quería el poeta, "una vida más intensa y más libre"

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