miércoles, 2 de noviembre de 2011

reapariciones

Leo que la National Gallery va a presentar la próxima semana dos cuadros de Leonardo da Vinci que se daban por perdidos. Cada cierto tiempo 'reaparece' una obra de arte que llevaba décadas o incluso siglos desaparecida. Y en el apartado 'desapariciones' tienen cabida tanto las obras robadas como las que se perdieron de vista (nunca mejor dicho) a consecuencia de un incendio, un traslado azaroso, una revolución. Sucede a gran escala lo mismo que con las cosas pequeñas y cotidianas: una vieja foto, una carta, un libro de entonces, un recuerdo de un viaje que, de pronto, echamos en falta. Algunas reaparecen cuando menos y donde menos se lo espera uno; otras... se las lleva el diablo para siempre. Lo que dábamos por perdido, cuando reaparece adquiere para nosotros la categoría de tesoro; es decir, regresa con un valor muy superior al que tenía antes de desaparecer. Y eso sucede porque, en cierto modo, aquello que regresa de la oscuridad tiene algo de resucitado. 'Lo dábamos por perdido', nos habíamos resignado a ello, y de pronto... Sí, el mundo de las reapariciones está tocado por el misterio, tiene una luz distinta. Qué irreparable todo lo que perdemos -objetos, memoria, juventud, seres queridos- y qué alegría tan alta cuando algo de eso reaparece por sorpresa después de tantos años. No sé bien por qué pero siento un gran afecto por las cosas perdidas. Y no sólo por las extraviadas o las que se destruyeron, también por aquellas que, pudiendo haber sido, no llegaron a ser. O no lo fueron del todo. La parte no compuesta de una sinfonía inacabada, de Shubert, por ejemplo. Los poemas acaso ya intuidos, pensados incluso, pero que de por vida (y de por muerte) quedarían sin escribir por Eliot, Lorca, Pavese, Juan Ramón... Las películas -todas ellas geniales- que Orson Welles no llegó a acabar, ni siquiera a iniciar. Todo ello es casi tan emocionante y prometedor como el beso no dado en su momento -quién sabe por qué-, aquella tarde en que llovía de un modo tan propicio. Quizá fue por estas fechas más o menos cuando ese beso no tuvo lugar: se lo llevó un ángel antes de suceder. Pero, ¿adónde? ¿Al mismo sitio donde acaban los viajes no emprendidos, los incumplimientos, los secretos nunca revelados, los días y las noches que pasamos en blanco?

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