viernes, 25 de noviembre de 2011

el jardinero zen

Ese es el título de la película a que aludía ayer. Cuando lo vi en el parque barriendo con aquella calma las hojas caídas, haciendo pequeños montoncitos... Cuando lo vi barriendo con esa delicadeza, ese ensimismamiento, debo admitir que me quedé en la superficie, en la mera apariencia. Pensé que ese joven -alto, delgado, con coleta- tenía la mente puesta en otro sitio, quizá en una mujer, quizá en una seria preocupación, en algo que en ese momento lo tenía abstraído. Por eso barría las hojas de ese modo, acompañándolas casi (con esa escoba con dientes de metal en abanico que ellos llaman 'la palmera'), junto a las otras hojas caídas a su lado. Tras observarle unos segundos, seguí mi caminata. Es una buena manera de empezar el día. Mientras camino, observo la escenografía cambiante a cada paso, visualizo encuadres, planos, secuencias, argumentos, ideas para un spot imaginario, para un relato breve, incluso para un poema que está ahí... pero que es improbable que yo lo ponga por escrito. Han pasado 30 minutos de reloj y estoy de vuelta, dispuesto a no entorpecer el discurrir de la mañana. Observo que el joven de la coleta apenas ha avanzado unos pocos metros. Sin embargo, ahora, visto de cerca, la cosa cambia. Es cierto que solo ha limpiado una reducida superficie, no más de... treinta, cuarenta metros cuadrados. Pero también lo es que con los dientes de su 'palmera' ha ido dibujando en la tierra -descubro- un jardín zen de surcos donde las líneas suavemente curvas dibujan ideas desnudas, pensamientos abstractos, quizá versos de arena o cartas de amor o de súplica dirigidas a quien sea capaz de escuchar y traducir los latidos, los temores, los ideogramas dibujados por un poeta que escribe con silencios, por un jardinero zen. De acuerdo, es una película sin diálogos y sin apenas acción, pero tampoco creo que necesite más: un parque en medio del otoño; las curvas de una cadera; alguien, un funcionario municipal, que en lugar de barrer baila una canción de amor con su escoba. ¿Y si todo va mal? ¿Si las líneas de la mano conducen a un callejón sin salida? Bueno, en ese caso, ya veremos.

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