jueves, 17 de noviembre de 2011

falsificado(r)

El pasado domingo leí este titular en el periódico: "La mejor colección de arte (falso) moderno de Europa". Y debajo: "Alemania condena a unos falsificadores que estafaron varios millones en cuadros". Demasiado tentador. Me sumergí con avidez en la noticia. En síntesis: un tal Wolfang Beltracchi atribuyó a un abuelo de su esposa y cómplice una colección de arte (que nunca existió) de la primera mitad del siglo XX: la Collection Jägers. Y ahí empezó todo. Porque si existía la Colección pero no los cuadros, pues, en pura lógica, habría que crearlos para llenarla de contenido.Y así fue. El hábil Beltracchi creó toda una factoría en una granja de Renania y fue colocando en Christie's y otras afamadas firmas obras de Max Ernst, Leger, van Dongen... y en ese plan. Los pinceles de Beltracchi -qué buen título, mira por dónde- crearon no menos de doscientas auténticas obras maestras de la falsificación. Este es un viejo y sinuoso tema que, por algún motivo que desconozco, me resulta fascinante. Quizá tenga ello que ver con la atracción algo morbosa que siento por los impostores, por las dobles identidades, por quienes no son lo que parecen pero tampoco lo contrario, pues ello sería casi fácil y bastante simple: los cazaimpostores lo detectarían con relativa facilidad. No. La policía no es tonta; pero los falsificadores, los impostores, los agentes dobles y otras hierbas alucinógenas... menos aún. Y volviendo al arte de falsificar, me gustaría ver ahora aquella película de Alan Rudolph -Los modernos- de finales de los 80 si no recuerdo mal. Según bromeaba medio en serio Rudolph, los museos y las galerías de arte contemporáneo están llenos de indistinguibles falsificaciones. Gucci, Prada, Cartier, Apple, Louis Vuitton, Fendi, Camper, Nokia, Dolce & Gabbana, Procter & Gamble, Justerini & Brooks, Bang & Olufsen, Pitt & Jolie, Möet & Chandon... también. Yo mismo algunos días me levanto sintiéndome ligeramente otro, y al mirarme al espejo no puedo evitar la duda de si seré o no el de anoche, o si alguien habrá ocupado mi lugar mientras dormía. Y no puedo por menos que desconfiar de mí mismo y decirme ante el espejo: "pero quién eres tú, embustero, para poner en duda mi nombre, mi currículum, mis dudas, mis amores, mis sospechas..." Hay una palabra muy fea en la Wikipedia y en otros sitios: "desambiguación". Lo he dicho alguna vez aquí con una de mis frases favoritas: "¿pudiendo complicar, ¿para qué simplificar?" No sé, creo que mañana tendré que continuar con esto. Lástima. ¡Tenía cosas tan románticas que decir!

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