lunes, 28 de noviembre de 2011

melancolía

Cuando la tarde del domingo languidece y renacen las sombras, ¿qué otra cosa puede hacer uno sino plancharse de un tirón una pila de camisas y camisetas, varios pantalones, incluso alguna falda encantadora, para ganarse así el derecho a irse al cine, a la sesión de las ocho? Melancholia, de Lars von Trier, es la película ideal para indultar una tarde de domingo. Lo que nos cuenta aquí el director danés es el apocalipsis, el fin del mundo, pero de un modo amable, tierno, casi dulce, inevitable como un destino, y además poético. A ello no es ajeno, claro, el preludio, tan emotivo, de Tristán e Isolda, de Wagner. No puedo negar (ni quiero, qué tontería) que me ha gustado esa película, y que su anunciado y tremendo final me dejó una paz balsámica, casi religiosa. Sin duda, ir a ver Melancholia fue una decisión acertada. Una tarde-noche de domingo, a finales de noviembre, requiere de emociones realmente fuertes que neutralicen las melancolías que a veces nos invaden despacio, nos inundan, se apoderan en silencio de nuestra alegría insensata... Quiero decir con esto que una tarde así, ya avanzado el segundo tiempo, necesita un golpe de luz inesperado, una sorpresa que dé la vuelta al orden de las cosas y abra el camino a una elegante catástrofe, una película que nos anticipe el final de la película. Luego sales a la calle y no llueve; no pasan diez ambulancias seguidas; las farolas iluminan Bravo Murillo como siempre. Camino del metro, vas pensando en la bella Kristen Dunst (María Antonieta) y en la maravillosa Charlotte Gainsbourg, hija del gran Serge Gainsbourg (he leído que sus fans siguen lanzando al jardín de su casa, en París, paquetes de cigarrarrillos Gaullois). Pero Melancholia llega a su debido tiempo. A veces me pregunto si este blog y yo y mis dudas, risas, esperanzas, juegos, miedos, bromas... no estarán, no estaremos, fuera de lugar, de tiempo, de domingos en los que no siempre va a encontrar uno la película idónea, la Melancholia que le salve la tarde, la vida, el porvenir, la vuelta a casa. Pero, bueno, de momneto, la cosa funciona. Y además, qué coño, la vida es bella.

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