viernes, 30 de septiembre de 2011

que nos quiten lo bailado

Como hoy es viernes y hace buen día, voy a seguir dejándome llevar por la música. Y no es porque esté yo delante pero debo decir que tengo una memoria musical excelente: necesitaría todo el mes de octubre y tres cuartos de noviembre para nombrar aquí una décima parte de las canciones que me gustan, de las composiciones que van conmigo. Que cada vez son más, lógicamente. Casi podría reconstruir lo vivido, año tras año, a través de las canciones que recuerdo. Para que se me entienda: suena, pongamos por caso, American pie, de Don McLean, y sin dudarlo digo: "el año de COU." Cada año, cada curso, tenía sus canciones. Lo bueno es que siguen estando ahí. La vida nos va dando y quitando cosas, pero no nos quita lo bailado. Eso no. Como duermo mal, a veces juego de madrugada a poner títulos de canciones a personas con las que tengo amistad o relación. Y en ocasiones rizo el rizo e invierto el orden: primero elijo la canción y luego busco quién se parece a ella. No es fácil, que conste. Curiosamente, en ese juego, los seres más queridos acaban llevándose o coincidiendo con las canciones que más me gustan. O que, por lo que sea, me emocionan más. Por otra parte, hay personas (mujeres casi siempre, quizá porque me fijo más en ellas) que tienen música en los ojos. Es un don. Y se percibe de inmediato. Pero también es un peligro: te miran unos ojos con música y... ya no sólo es que quieras bailar con ella hasta el amanecer: es que si deja de mirarte, o mira hacia otro lado, te quedas sordo, mudo, en blanco, sin palabras, sin melodía, sin saber qué hacer ni cómo no-hacerlo. Por suerte, las personas con música en los ojos son las menos; de lo contrario esto seria una locura. Quizá esa música tenga alguna relación con los ojos que tienen el color de la madera de los instrumentos de cuerda. Bueno, cursilerías aparte, es un hecho que existen miradas que llevan dentro canciones, solos de clarinete o violonchelo, y que justificarían una propuesta de matrimonio a primera vista... o ser completamente infieles durante los dos o tres o diez segundos que dura esa mirada, ese baile. Confieso que -aunque no para los juegos azar y otras cosas- tengo una suerte loca con la música y los ojos que me miran. No es mérito mío: es que soy un tipo al que le ha mirado la fortuna. Ciao. Buen finde.

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