miércoles, 28 de septiembre de 2011

bailes de salón

Por fin, he dado un paso adelante y me he inscrito en un curso de bailes de salón. Dos día por semana, a esa hora en que la tarde languidece y renacen las sombras... ¡Maaaaaaambó! Y cha-cha-chá. Y bolero. Y tango, mucho tango porteño. Claro que, por el momento, estoy en lista de espera; con la crisis, hay overbooking para casi todo. Debo decir que tengo en mi currículum muchas horas de baile en guateques y discotecas, allá por los años 70 y primeros 80, principalmente de 'lo agarrao' (¡romántico que siempre ha sido uno!) aunque, llegado el momento, tampoco le hacía ascos al pop ligero o a vivos ritmos calientes. Pero en ese aspecto (también en otros) siempre he notado como que me faltaba algo. Y lo llevo buscando desde hace ni sé cuánto tiempo. Lo que tengo claro es que bailar es un placer, y bailar bien, lo que se dice bailar bien, ya tiene que ser algo... de locura. Así las cosas, no es casual que me gusten las películas con baile. No me refiero tanto a los musicales como a esas películas que incorporan alguna escena con baile. Bertolucci lo hacía a menudo: inolvidable el tango que se marcan en El conformista la dulce Dominique Sanda y la sensual Stefania Sandrelli; o el twist luminoso de Jill Clayburgh en La Luna, entre otras. Ver bailar rock and roll a dos bellas bestias como Elvis y Ann Margret en Cita en Las Vegas es para morirse de envidia. O de lascivia. Y qué decir de Burt Lancaster bailando aquel vals irrepetible con una bellísima Claudia Cardinale en El Gatopardo; o el archifamoso twist de John Travolta y Uma Thurman en Pulp fiction; o el tango que bailan Al Pacino, ciego, y aquella belleza -Gabrielle Anwar, lo he tenido que buscar- en Esencia de mujer. Sólo con recordarlo, se me van los pies. Creo que voy a poner algo de música. Pero no puedo hacerlo sin evocar antes una escena que se me quedó en la memoria para siempre: Sissy Spaceck y Martin Sheen, jóvenes entonces, viajan en coche de madrugada (quizá huyen, no lo recuerdo bien). Suena una canción en la radio. Ella enciende un cigarrillo. Se miran. Lo comparten. No hay prisa. El coche se detiene. Salen de él, dejando las puertas abiertas, se alejan unos metros y bailan en la oscuridad esa canción. Luego reemprenden el viaje. La película se llamaba, se llama, Malas tierras, la dirigió Terrence Malick. Desde entonces he querido reproducir esa escena en la vida real, y en varias ocasiones he estado a punto de hacerlo. No lo he hecho. Pero lo haré.

1 comentario:

  1. probando, probando......
    ¿qué pasaba ayer con tu blog que no dejaba publicar comentarios?

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