jueves, 29 de septiembre de 2011

el mayordomo cantante

Ayer me quedé con ganas de más. De más música, más cine, más madera. Me quedé con las ganas de bailar... más. ¿Quién no ha bailado alguna vez solo, o con una silla, una escoba, una sombra? Para ello hay que tener el día, claro está, pero es ese momento maravilloso y embustero que te llega por sorpresa con una canción (no con cualquier canción), minimiza lo que estás viendo en pantalla y te saca a bailar. Y no puedes negarte a ello ni oponer resistencia: él llega cuando sabe que tiene que llegar, como una fruta madura, como la moda de otoño y los estrenos teatrales. Porque al igual que sabemos que hay ofertas que nunca podrás rechazar, también hay momentos que si te dicen 'ven' lo dejas todo, y vas de mil amores donde él o ellos te digan. Tú estás, por ejemplo, trabajando un texto para la red de ventas de Pikolin, pongamos por caso, y de pronto suena en Kiss FM, o en el i pod, o simplemente en tu memoria, una de esas melodías ante las que sólo cabe la rendición sin condiciones. ¿Qué haces al final de la mañana con un temazo de ayer, de hoy y de siempre de Neil Diamond, Roberta Flack, Police, Norah Jones, Serrat, Zenet? Lo primero, dar a 'guardar', por si acaso, y después decidir si hacer sólo una pausa... o tomarte una hora sabática hasta llegar al territorio martini de las 13.30h. Yo, pecador, reconozco que soy presa fácil para esos momentos nestcafé, y también para otros cien o más momentos. Suena, por ejemplo San Francisco, en la versión insuperable del insuperable Dean Martin. Entonces me levanto y elijo la silla más hermosa del salón para sacarla a bailar. Y quien dice San Francisco dice Sweet Caroline, o Honey (Bobby Goldsboro), o la inmensa Let's spend the nigth togheter (Rolling Stones), TonigthParaules de amor, El sitio de mi recreo... O algo de Bola de Nieve, de Melody Gardot, de Tony Bennet, Vetusta Morla, Maldita Nerea... Y otras 999 canciones insustituibles que, a poco que me amenacen con quitarme el postre, yo acabaría dando los nombres y los títulos de todas ellas antes del amanecer. Como casi siempre, me he guardado una carta o una escena para el final. Hay un gran comerciante de malos cuadros, pésimos cuadros, llamado Jacques Vetriano. A veces consigue pintar 'carteles' de cine negro que no están mal del todo, es cierto, pero que en Londres se venden como si fueran obras de Hockney. Su trabajo más reconocido de la pastelería vintage me viene de perlas para ilustrar una fantasía que me acompaña desde hace no sé cuánto tiempo; me refiero al cuadro de Vetriano que lleva por titulo El mayordomo cantante. Es fácil localizarlo: basta poner ese nombre en Google para que la imagen aparezca repetida una y otra vez hasta que se haga de noche. Pues bien, esa escena u otra parecida me la sugieren, me la han sugerido siempre, algunas canciones de Cole Porter, películas, bandas sonoras, coches descapotables, finales de fiesta, amaneceres sin dormir...

No hay comentarios:

Publicar un comentario