viernes, 2 de septiembre de 2011

septiembre

Para mí el año no empieza el 1 de enero sino a mediados de septiembre, como el curso académico y los estrenos de temporada. Septiembre es un tiempo dulce que sucede entre el verano que aún no se ha ido y el otoño que está por llegar. El sol del membrillo le regala luz de oro y tardes de gloria. Siempre me he sentido muy a gusto en este mes, y quizá tenga ello relación con haber nacido en él. O no. Pero es cierto que hay personas muy abril o muy octubre, igual que hay una manera de ser primavera-verano y otra de un acusado carácter otoño-invierno. Aunque es verdad que existen seres tan exuberantes que ocupan todo el calendario, y también están los de pretemporada permanente, o los sutiles individuos de entretiempo. Pero septiembre se escribe sin prisa, y para ello es preferible retirar esa "p" tan implosiva, tan abrupta, que interrumpe el suave discurrir de los fonemas y de las semanas. Y dicho esto, afirmo que setiembre es una época perfecta para viajar y enamorarse. Lo sé por experiencia. Me gustaría viajar más en setiembre. Y casi que instalarme en él durante largas temporadas. A veces se lo insinúo a mi mujer, pero ella me mira con guasa y me dedica una sonrisa perturbadora, algo así como diciéndome: "¿Qué? ¿Has vuelto a beber?" Lo admito, es una fantasía que cultivo con gusto: recibir una discreta herencia inesperada, o un aceptable golpe de fortuna, y tomarnos (la de la sonrisa y yo) un trimestre sabático y viajero, qué menos. La cuestión de los hijos ya la tengo más o menos resuelta; el programa de viajes, fechas y estancias se encuentra aún en fase de borrador y a falta de consenso. Desde luego, un setiembre entre viñedos, en una casa de campo en la Toscana, es del todo irrenunciable; un hotelito con encanto a orillas del lago Como, tiene muchas posibilidades; San Petersburgo, también; pero tres semanas en el Nueva York de Woody Allen, en pleno otoño y sin reparar en gastos, es lo mínimo que estoy dispuesto a aceptar antes de volver a casa con regalos, a tiempo para comprar lotería, dar una fiesta a los amigos y sacar los adornos navideños. Para empezar, no está mal ¿verdad?

3 comentarios:

  1. No, no esta nada mal, me apunto a todo, a la herencia, fechas y lugares. Hacemos una peña?, es que yo…… no tengo herencia.
    C.R.

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  2. Que conste que la de la sonrisa burlona también se apunta al trimestre sabático, (aunque iba a echar de menos mucho a los niños), a los amigos y compañeros de viaje y a dejarse llevar por el encanto de la Toscana o el bullicio newyorkino. Pero, ¿dónde vamos a encontrar una herencia?

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  3. Pues que quieres que te diga, anoche os eché de menos en Times Square. Pero sí, tres semanas debería ser lo menos, no me quedaré tanto, demasiado discretas las herencias.

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