martes, 20 de septiembre de 2011

el corte inglés

Cada mañana, a las 7.45 salta el radiodespertador en mi casa, aunque normalmente yo ya he recibido un anticipo en el informativo de las seis. Las noticias nos ayudan a levantarnos porque son la demostración de que el mundo ya está en marcha desde hace rato. Mientras me ducho, me visto, desayunamos, etc, la radio es uno más de la familia, una compañera de viaje que nos pone al minuto de cuanto está pasando. Todos los días a la misma hora me entero de cómo se han comportado los mercados asiáticos, del precio del oro y del barril de Brendt o de cómo ha pasado la noche la prima de riesgo, que nos tiene sobrecogidos. Pero tras esa batería de datos tan desalentadores, entra en escena Rosa Márquez -la voz de El Corte Inglés- y todo cambia: por momentos el mundo está bien hecho y hay espacios de confort en los que siempre podremos confiar. He de admitir que durante mucho tiempo yo tuve una relación con El Corte Inglés... no diré que de hostilidad, eso no, pero sí reticente al menos. 'Ser' de El Corte Inglés era entonces para mi una cosa entre pija y rancia, algo así como pertenecer al Club de Campo de Madrid y llevar abrigo Loden, zapatos Castellanos y una mezcla de Lacoste y Burberry. ¡Cómo hemos cambiado! Todos. Incluso El Corte Inglés. Escuchar a Rosa Márquez en el desayuno, con esas modulaciones de voz, esa prosodia tan chic y a la vez de toda confianza, ese mundo seguro y confortable que ella nos abre cada mañana para que nos pongamos a salvo de incertidumbres... es una bendición, algo muy necesario y deseable. Y con unas ofertas que, sin caer jamás la chabacanería de otros, no deberíamos rechazar. He dejado para el final lo mejor de Rosa: las despedidas. Sus "hasta luego, ádios" son la inconfundible marca de la casa. Y ya no es tanto que en ese "ádios" final ponga el énfasis en la primera sílaba; lo verdaderamente singular es su entonación, su musicalidad. Rosa se despide con un "hasta luego, ádios" así como dejándose caer y al mismo tiempo levantandose para ir a hacer unas compras de media mañana. Confieso que todos los días la escucho con la máxima atención. Nunca me defrauda. Sugiere tanto, insinúa tantas cosas tentadoras el "hasta luego, ádios" de Rosa Márquez que la insidiosa prima de riesgo no tiene nada que hacer frente al bienestar y las buenas maneras de un mundo al que la realidad debería tratar de parecerse un poco. Pero no.

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