martes, 6 de septiembre de 2011

marcas

Como soy bastante descreído y hedonista, tengo una fe casi ciega -ya lo he dicho alguna vez- en los laboratorios suizos y en las marcas con glamour. Por eso, frente a la crisis de que hablaba ayer, tengo puestas todas mis esperanzas en una acción coordinada de las grandes marcas glamourosas para cambiar el signo de los acontemientos y las caras de preocupación. Dicen los analistas internacionales más sesudos que toda crisis tiene un importante componente de 'estado de ánimo'. Y como el actual estado de ánimo es un estado de malestar, pues yo confío en que Gucci, Sony, Audi, L'Oreal, Red Bull, Blackberry, Swatch, Ikea, Nike, MoviStar, Nestle, Qatar Foundation, Louis Vuitton, Yamaha, Apple, Zara, Pfizer, Microsoft, Emirates Airlines, Real Madrid, Ferrari, Armani e tutti quanti... hagan un esfuerzo adicional (¡excepcional!) para invertir la tendencia y transformar la melancolía en entusiasmo. Ya nos advirtió Bertrand Russell de que el entusiasmo es una de las vías que mejor conducen hacia la felicidad. En el fondo, esto es una cuestión de RSC (Responsabilidad Social Corporativa) empresarial. Porque, vamos a ver, si después de haber perdido tanto dinero en la Bolsa, tanta fe en el Sistema, en los Mercados, en qué se yo cuántas cosas, resulta que las marcas del nuestros sueños no consiguen hacer realidad lo que nuestros políticos son incapaces de imaginar siquiera... Entoces, ¿qué nos queda? Lo digo de corazón: no creo  mucho en su RSC, pero sí en su romanticismo de alta rentabilidad. Quienes son capaces de hacer productos tan perfectos o firmar anuncios tan bellos, tan emocionantes a veces, ¿cómo no van a tener el impulso de perpetuar la belleza y la alegría de este mundo por apenas un 5, un 10%  de su cash flow? Bastaría con eso para que las marcas alcanzaran la gloria. Y nosotros recuperaríamos la estabilidad emocional, además de la fe en el Financial Times. La verdad es que sigue siendo muy cierto aquello de que el dinero no da la felicidad pero aplaca los nervios.

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