lunes, 3 de octubre de 2011

conveniencia del eufemismo

Hay noticias que parecen destinadas a excitar a individuos como yo. A saber: acaba de celebrarse en San Millán de la Cogolla (La Rioja) un curso sobre el eufemismo, nada menos. Naturalmente, no es esa su denominación oficial, sino la eufemística Seminario Internacional de Lengua y Periodismo: "el periodismo y el lenguaje políticamente correcto." Admito que es un tema que me apasiona. El DRAE define el término 'eufemismo' como "manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante." No se puede decir con más elegancia torera. Hay que reconocer que aquí el lexicógrafo se gustó. Pero a lo que voy. A pesar de la mala prensa que tiene el uso de eufemismos, a mí me parece algo no sólo saludable sino muy conveniente, casi imprescindible, para el buen convivir. En España ha gozado siempre de gran aceptación popular una forma muy nuestra de ser maleducado: la de ufanarse uno de llamar siempre 'al pan pan y al vino vino', qué hostias. O sea, la brutalidad verbal (o brutalidad sin más), la ausencia no ya de diplomacia o cortesía sino de mera compasión. Y hay muchos que todavía creen (eso sí, lo creen muy firmemente) que ser un maleducado de tomo y lomo es una virtud, un signo de autenticidad, una forma de patriotismo pata negra. Ante ellos es difícil argumentar en sentido contrario, pues tus razonamientos los toman normalmente por mariconadas y floristerías de gente blanda, mansa, sin huevos. O por algo peor. Dada nuestra tendencia a la expresión descarnada, a la crudeza innecesaria, no sería mala idea que se impartieran en televisión cursos orientados a prestigiar y extender el uso del eufemismo. Y digo más: en la asignatura Educación para la Ciudadanía, tan necesaria, bueno sería incluir en el temario algo así como un 'elogio y buen uso del eufemismo.' Y no se trata de ocultar nada, ni manipular noticias o enturbiar ideas. Todo lo contrario. Dado el déficit de urbanidad y la inflación de griterío que padecemos, se trataría de mejorar la convivencia cotidiana mediante lo que Álex Grijelmo ha denominado en ese seminario de La Rioja como "la amabilidad de las palabras." Qué afortunada expresión.

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