viernes, 7 de octubre de 2011

como la plata

Algunos recordamos un anuncio que se mantuvo en televisión durante no sé cuántos años, muchos; uno de esos clásicos incombustibles por los que no pasaba el tiempo. En ese sencillo y barato spot (hecho en animación) veíamos al sargento pasando revista a una tropa de soldados en un estado lamentable. La locución iba diciendo: "¿Dolor? ¿Malestar?¿Congestión? ¿Enfriamiento?" Acto seguido, en lugar de mandar "¡firmes!", el sargento ordenaba: "¡¡¡Oooooookal!!!" Y aquella tropilla de penoso aspecto se convertía al instante en unidad de élite en perfecto estado de revista. Okal -alternativo entonces a la aspirina de Bayer- obraba el milagro. Tantos años después, cuando el día viene... raro, suelo acordarme de los soldaditos de Okal. La palabra que más se acerca o mejor nombra lo que le sucede a uno en esos días no es dolor ni enfriamiento ni congestión; la palabra es 'malestar'. Y así como 'bienestar' (tengo algo a medio escribir por ahí) es "más que un mero estar bien", el 'malestar' no coincide del todo con un simple y seco estar o hallarse uno mal. El malestar -el mío al menos- es un cóctel desapacible de molestias y desagrados. Se trata de un asunto más anímico que fisico, más emocional que racional. Aunque no creo mucho en estas divisiones, si aceptáramos que cuerpo y alma no son la misma cosa, yo diría que ese malestar pertenece más al alma que al cuerpo, pese a que luego acabe por acusarlo más el cuerpo que el alma. La cosa no es grave, ni alarmante, ni tampoco insufrible. Para nada lo es. Pero en días así yo echo de menos un eficaz Okal que restablezca el buen sentido y el lado amable de las cosas. Debo confesar que no siempre lo encuentro. Hoy sí. Y además donde menos me lo esperaba: en un  poeta para mí desconocido pero al que voy a leer muy pronto: "Lo único que quiero decir reluce fuera de alcance, como la plata en la casa de empeños." Tomas Tranströmer, Premio Nobel de Literatura 2011. Buen finde.

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