martes, 25 de octubre de 2011

140 caracteres

Se impone el laconismo. Lo que se puede decir en cinco, para qué emplear cincuenta. Había un eslogan en las elecciones del 77 o del 79 -del MC o de la LCR, no sé- que decía "trabajar menos para trabajar todos". Lo cierto es que somos demasiados escribiendo, comunicándonos, tuiteándonos, y no hay sitio ni tiempo para todos. Hoy hay que reducir horarios, gastos, emisiones, formatos, caracteres. ¿Tiene sentido escribir novelas de mil páginas o hacer películas de cinco horas? Borges se anticipó a esta filosofía mínimal. En su breve prólogo a su su breve libro Ficciones, escribió en 1941: "Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar a quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos." Y concluye afirmando que es mejor "simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario." Otro qué tal es Augusto Monterroso, el rey del relato brevísimo, que escribió para su Antología personal (1975) un prólogo récord en 51 palabras. Dice: "Como mis libros son ya antologías de cuanto he escrito, reducirlo a ésta me fue fácil; y si de ésta se hace inteligentemente otra, y de esta otra, otra más, hasta convertir aquéllos en dos líneas o en ninguna, será siempre por dicha en beneficio de la literatura y del lector". No va más. Todo esto viene a cuento porque unos amigos editores me han pedido una 'antología personal'. Y dudo si dejar ésta en 140 versos, 140 palabras, 140 caracteres, o 140 espacios... en blanco. Aunque esto último -el puro blanco de escritura- resultaría de una arrogancia imperdonable.

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